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El obispo apedreado

La juez ha dejado en muy mal lugar a quienes plantearon el supuesto tráfico de influencias del obispo Antonio Ceballos

Primero se tira la piedra y después se esconde la mano. Primero se pasan la presunción de inocencia por el forro y después se dice "¡ah!, pues no". Primero se lanzan comentarios casi insultantes a un obispo jubilado (más que nada porque fue obispo) y después intentan que olvidemos las acusaciones falsas. Al archivar la causa contra el obispo emérito de Cádiz, Antonio Ceballos Atienza, por el caso de los ERE, la juez María Núñez Bolaños no sólo ha dado un carpetazo. También incluye unas consideraciones que dejan en muy mal lugar a quienes plantearon la acusación contra el obispo, por supuesto tráfico de influencias. Y que añadieron unos comentarios sin fundamento.

Quienes conocen al obispo emérito Ceballos saben que se puede poner la mano en el fuego por él. Podrá equivocarse, pero es innegable su buena voluntad. Es un hombre bueno, indudablemente bueno, que vive con humildad y ha predicado con el ejemplo. Compareció ante la juez, con el consiguiente numerito audiovisual. Era un obispo acusado de corrupción. Con la Iglesia corrupta y pecadora habían topado. Le pudieron ahorrar ese paseíllo. Fue bochornoso.

En el auto de la juez Núñez Bolaños se dice que "no existe el más mínimo indicio de responsabilidad penal que justifique mantener la investigación abierta" sobre el obispo, "ni sobre cualquier otra persona del Obispado o Consejo Económico". Por otra parte, se reconoce "no cabe la menor duda de que la ayuda se solicita porque se considera justa y adecuada, con una finalidad lícita, sostener 50 puestos de trabajo, dar recursos económicos a 50 familias durante el ERTE". Y además que "tampoco cabe la menor duda de que se destinan las ayudas a la finalidad para la cual se solicitan, siendo los efectivos y reales beneficiarios de las mismas los 50 trabajadores, y no el Obispado". La juez reconoce la buena voluntad que expresó el obispo emérito: "Si la administración actúa de forma irregular, de ello no se puede responsabilizar al ciudadano, y menos penalmente por delitos de prevaricación y malversación".

Este auto se puede recurrir, por si alguien quiere seguir haciendo daño sin sentido. Pero la juez María Núñez Bolaños ha puesto las cosas en su sitio. Y aunque la justicia divina y la humana no siempre coinciden, ha dejado claro que en este caso no había maldad alguna. Como era evidente, pues don Antonio Ceballos vino y se fue ligero de equipaje. Su única riqueza está en su corazón, siempre dispuesto a ayudar al prójimo que sufre, aunque a él le tiren piedras.

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