Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

El nuevo Ortega

ORTEGA CANO se vino arriba al salir de permiso, y estuvo muy en estadista cuando pegó espléndidos naturales en forma de consejo a los líderes políticos del país, en concreto a Pedro Sánchez: apeló a la "templanza" en su misión de pactar con "los partidos emergentes". Y se quedó tan a gustito, estado mental muy orteguiano. Se sintió de repente Maquiavelito de Cartagena, estimulado por la brisa libre dándole en la cara y por dos docenas de micrófonos ávidos de captar sus solemnes palabras. Lo hizo "por el bien de España". Puede uno imaginarse al torero, ya en su finca, en la penumbra y entre un hondo silencio, mirando las volutas de humo que desprende su habano, mientras piensa en su papel central en esta sociedad asustada por los cambios y el dolor. Vale que no aspiremos a que la mayoría de la gente, en vez de a Jorge Javier y sus epígonos, siga con interés y forjándose un criterio al Tsipras ante el abismo, a la contienda Guindos-Dijsselbloem por la presidencia del Eurogrupo, a las oleadas tóxicas en red de los antivacunas. Ni a la evolución de los castigos a la corrupción, asunto clave en nuestro momento histórico. Si hay algo narcotizante en este país es el cotilleo televisivo, que ha enganchado a gente de todas las clases sociales y culturales. Cabe pensar que en la base de nuestra degradación educativa y, a la postre, sociológica, está la eclosión de las televisiones; que no ha contribuido, como cabía esperar, a insuflar en nuestra sociedad unas mayores pluralidad y criterio, sino que en algunos casos ha contribuido justo a lo contrario. Que no tenemos "la televisión que merecemos", sino que tenemos la pobre opinión pública que ha alimentado la televisión basura (cuyo testigo tomó el nihilismo digital, aún más narcótico). Que no es que la gente pidiera esa basura y la haya seguido pidiendo, sino que nos hicieron basurodependientes a base de dosis de vida privada o fingida de gente, en el mejor de los casos, correntona y sin ninguna capacidad de modelar comportamientos y actitudes valiosos para los niños, los jóvenes o los adultos. Para llorar y no echar ni gota, si no fuera porque el cartagenero -aunquen andaluz de adopción, un refuerzo parar nuestra inagotable cantera de esperpentos para la exportación- ha conseguido una fenomenal audiencia. Isabel Pantoja se cruzó carcelariamente con Ortega, y no dijo nada: ella ya fue sujeto pasivo del esperpento local cuando fue aclamada por decenas de personas a la salida temporal de prisión: "¡Guapa! ¡Bonita! ¡Reina!". Qué pueblo tan cariñoso con sus líderes. Tan agradecido por sus desvelos y por los injustos sinsabores que propicia su posición de próceres y guías.

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