Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

El concejal de Fomento de Cádiz es un fenómeno. Sólo alguien de su categoría puede reconocer que se quedó con el pueblo y quedarse tan ancho. Es lo que tiene la pureza de Carlos Paradas, su populismo a flor de piel, el hablar sin dobleces al contrario que la mayoría. Cínico, pero inocentón. Igual un buen día otros siguen su camino y la ministra de Industria, Reyes Maroto, también nos confiesa, en un arrebato de sinceridad, que cuando visitó Cádiz nos ocultó que el Gobierno renunció a la planta de Airbus de Puerto Real para concentrar las inversiones en la de Getafe. Que vino a tomarnos el pelo, para entendernos. Pero Paradas sólo hay uno. Y como está hecho de otra pasta, a los autónomos a los que prometió sacar del pozo con ayudas, en lo peor de la crisis, un año después les traslada la verdad con mentiras que nada tienen de piadosas: "Convocamos ayudas de carácter virtual sin tener una administración electrónica preparada". Ya puestos, pudo decir que falló el wifi u otra pamplina semejante. Cualquier día reconocen que la prometida vuelta cantando por Carranza de los jóvenes que se marcharon para buscarse la vida también era coña, al tiempo.

Aunque tampoco nos mintió del todo, ya que prometió una ayuda virtual y es lo que hay. Una de esas que anuncia Pedro Sánchez sin especificar cuándo llegará. En el fondo, Paradas se limitó a recalcar las señas de identidad de su grupo municipal: no sirve ni para gestionar un tabanco. Otra cosa es Ganar Cádiz, que se podrá estar de acuerdo o no con sus políticas, pero que ha dado muestras de su capacidad para la gobernanza. Adelante Cádiz, en cambio, nació para exhibir su maestría para entretener al personal con fuegos artificiales. También son expertos en trasladar al pueblo que la solución de los problemas es ajena a su responsabilidad. Desde que ya no están en Podemos, critican a todo quisqui y se apuntan a un bombardeo. Su pasión por la polémica es sólo comparable al repelús que les provoca asumir la responsabilidad, lo que no deja de ser mala suerte, porque les votaron para gobernar.

Paradas ha tenido la decencia de reconocer, al menos implícitamente, que el rigor y la eficacia -los dos pilares de cualquier administración seria- no va con ellos y que les da igual prometer la luna a sabiendas de sus limitaciones. O lo que es peor: admite su torpeza consciente de que este país suele ser compasivo con quien se equivoca y abusa de su confianza. Ya lo demostró la ingobernable Lola Flores cuando Hacienda le reclamó 40 millones de pesetas y le dijo a todos los españoles que con aportar una cada uno, asunto resuelto. Un país que aplaude al pícaro y se muestra tan piadoso con el delincuente, qué no será capaz de perdonar ante un gobierno tan cándido que pregona su incompetencia. Paradas ya puede dormir a pierna suelta tras enseñarnos su rostro de acero y pedir clemencia, aunque quizá le faltó recitar lo de 'es triste pedir, pero más triste es robar...' Por más que su confesión sea digna de lástima, conviene tener presente que podría animarse hasta Juanma Moreno para contarnos que en realidad lo del nuevo hospital de Cádiz no deja de ser un bluf. Estos días que se celebra el décimo aniversario del movimiento 15-M, que inspiró el nacimiento de Podemos, nada nos sorprendería. Más que indignados, los ciudadanos están espantados. Y que perdone el señor Paradas, pero nadie sabía que la nueva política era broma.

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