Lo malo, lo perverso de ciertos temas es cuando, aún hoy, se consideran ‘delicados’. Eso dice mucho de la huella perversa que queda en una sociedad pretendidamente moderna y democrática como la española. Pero vamos allá: el nombre del estadio municipal de Cádiz. ¿Por qué es un tema delicado lo que debería ser cristalino? Esta es una pregunta que casi lleva la respuesta implícita en su enunciado.

Los hechos históricos claros son que Ramón de Carranza llegó a ser alcalde de Cádiz en su segunda etapa en 1936, impuesto por los militares golpistas que fusilaron a su antecesor y cuya sublevación apoyó. También es claro que el nombre del estadio lo impuso José León, alcalde vitalicio designado por Franco, que quiso homenajear así a su propio padre. No se conoce que este hijo de alcalde consultara a nadie para denominar el recinto deportivo.

Se dice que el nombre del estadio no es un tema que preocupe en Cádiz y probablemente es verdad que no lo es mayoritariamente entre la afición del equipo local, tan exitoso esta temporada, y a lo mejor tampoco figura entre las prioridades de la población en general. Se dice también que la idea del equipo de gobierno responde a las ganas de generar conflicto donde no lo hay, tal vez para tapar otras deficiencias en su gestión, cuando la mayoría ni sabe quién era Ramón de Carranza ni le importa si era franquista o no, puesto que el nombre del recinto estaría desligado de la historia y le bastaría para encontrar justificación en que se aloja en el corazón del cadista. Olvidemos esas cosas y centrémonos en que la gente grita y canta ‘Carranza’ sin pensar en quién era, dicen.

Si avalamos esta tesis, estamos también refrendando la teoría y la práctica de quienes propugnan que los pueblos no deben recordar, o que la memoria estorba y el olvido sana. Si simplemente recordáramos constantemente quién fue Carranza y cuál fue su papel doloroso en la historia muy reciente de esta ciudad, tal vez su nombre en letras grandes y plateadas sobre una fachada que es de todos molestaría bastante más, y a más gente. Pero, mal síntoma de esta sociedad pretendidamente moderna y democrática, es la memoria de la verdad la que molesta. A conocer la historia y respetarla se le llama reavivar conflictos.

No está de más señalar también que sólo se pregunta a Cádiz sobre borrar y cambiar un nombre; no represaliar, ni condenar, ni encarcelar y fusilar a un hombre.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios