Tinta china

Enrique / Alcina

En nombre del demonio

TRAS la declaración de Cádiz, la realidad cantante y sangrante de las flores arrancadas, el demonio de los celos, la puerta de atrás de la justicia, los nombres propios de la convivencia y de la muerte diaria. Tras las fotos, el silencio seguida del qué dirán. La cosa se pone seria. Dos comparsas de postín, que curiosamente consagran a santos canallas callejeros y se enfrentan cara a cara al dinero, presentan letras acaso de concurso dentro de concurso pero no por ello menos atinadas, tan bellas como desgraciadas, como la mujer que se casa con el olvido y mira luego atrás. A los cánticos sobre igualdad, sendos pasodobles en la noche de las ministras europeas de la egalité. Sin justicia, ná de ná. Cádiz sabe cantarle al mundo, las voces de los grupos de Bienvenido y Nene Cheza suenan rotundas y verdaderas. Cádiz tiene nombre de mujer. La vanidad, que rima con la igualdad, no tiene nombre.Tras la Justicia, todo lo demás..

Hombres que dan sus nombres en la lista interminable de los compañeros sucios y cobardes que ellas sufrieron en sus carnes. Delirio. Heridas no cerradas, mujeres que perdieron la guerra en sus alcobas, moratones, dolores, martirio, sepelio, rosario de dimes y diretes, la voz del vecindario, las flores marchitadas y pisoteadas, nombres de mujer que enlazan, como por arte de comprensión mutua, en el pasodoble escrito por García Argüez, el demonio de los celos. Tan presente en la literatura y la cinematografía universal, y en los noticieros de este siglo. Veneno del amor, antesala del infierno, los celos que siembran el estómago de arañas y que alimentan las sombras más oscuras, celos de cernicero de mujer de corazón ennegrecío, cuerpos esclavos, amores que nunca firmaron escrituras, pensamientos negros y retorcidos. Los celos no son prueba de amor, sólo pesan en la balanza de la desconfianza y acaba por manchar sus manos. Lo que antes se llamaba crimen pasional y ahora se llama por su nombre. Las comparsas aplican el cuento, menos palabritas de cara a la galería y más hechos, menos informes oficiales y más realidades cantantes y sangrantes. Comparsas que no ocultan su lado femenino.

En la esquina más amable de las coplas, los mosquitos se posan en el banquito más musical de la Alameda, donde crecen las melodías de Cádiz, y los Empapaos, por ejemplo, afilan la fina ironía gaditana: "Da igual que suba el Xerez, yo bebo Manzanilla". Menos diplomacia exhibe el Michael Jackson de los Juanillos, más bien ninguna, cuando sorprende a los micros de la tele con un bastinazo del quince que reproducimos por su interés informativo y pa demostrar la gracia infinita de Cádiz. El tipo baila paecharlo, suelta la típica injuria sobre los niños y remata su pelotazo mediático subrayando que le enseñó a danzar Ortega Lara en Mira Quién Baila. Tremendo. Qué arte, hijo. Ha quedado grabado para los restos, con las castas del youtube.

Ya en serio, el coro de Julio Pardo, vacunao ya de espantos y sin cortarse un pelo, dedica una hermosa coplilla a Chaves, ajusta las cuentas al ex presidente andaluz y recuerda el retraso que aún padece Andalucía, en opuesta progresión a la riqueza, no sólo de espíritu, de algunos de sus mandamases. Sin rodeos, le cantan a Chaves que tiene más patrimonio y menos vergüenza. Ahí quedó. Quizá venga a cuento de ciertos intereses creados en la propia familia socialista. ¿Que no?

Entre copla y copla se descubren nuevos colores y buenas intenciones, un tango a la memoria del muro de Berlín y al castigo de tantos muros invisibles o no tan invisibles en la actualidad, ahí está Palestina sitiada y bombardeada por Israel con fósforo blanco, y un poco de cachondeíto con Gallardón y Aguirre, que andan como el Lequio y la Obregón. Total, politiqueo y famoseo se parecen cada vez más.

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