La polémica ya no debe ser sobre el modelo de familia. Cada uno escoge el que mejor le va y nadie tiene derecho a imponer a nadie el suyo. Son cosas de mayores, a los que hemos quedado en suponer que tienen bastantes entendederas. A lo mejor el debate debería estar ahora sobre el elemento determinante para que exista ese núcleo: los hijos y su educación, su cuidado. Viene esta reflexión provocada por una imagen repetida desde hace un tiempo, y difícil de entender: la de niños de cortísima edad, bebés apenas, a altas horas de la noche en locales de restauración, en carritos, en brazos de sus padres, en lo que se podría considerar un maltrato evidente. Los pequeños parecen rebelarse de la manera que saben, con constantes llantos y expresiones de descontento que logran el efecto de molestar a los presentes, aunque no a todos: los padres son los únicos que parecen no entender lo que pasa.

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