El niño perdido y hollado

Lo más dramático del debate fue el recuerdo de Íñigo Errejón que cruzaba llorando el plató de cuando en cuando

Hubo un tiempo (sorprendentemente próximo) en el que me sentía en la obligación (¿moral, política, intelectual?) de hablar de Vox. Casi nadie lo hacía. ¿Cuántas veces repetí -hasta gastarlo- el chiste, que ahora adquiere nueva gracia por lo insólito de que fuese posible, de «la Vox que clama en el desierto»? De un tiempo a esta parte, sin embargo, abundan los análisis desde todas las perspectivas, y casi todos son realistas y honestos. El papel de Abascal en el debate está valorado y comentado de sobra.

Así que vuelvo a lo mío, que es el susurro sobre lo que habla menos. Por eso tengo que irme a la esquina a acompañar a Errejón. Fue el perdedor absoluto del debate, pero con un absolutismo que roza el bullying tácito.

A primera vista y brocha gorda, parece que Errejón perdió porque no fue. Ya se sabe que el que se sale del foco, en esta sociedad mediática, pierde. Aunque «ojalá fuese sólo eso», estará pensando él, que es bien listo, y seguro que hace la lectura correcta. Además, le dieron su foco como comentarista en La Sexta, y resultó casi peor.

No por culpa suya. Insisto: es muy listo. Lo terrible para Íñigo Errejón fue el transcurso del debate: no porque no fuera, sino porque no fue nombrado y porque la dinámica de la discusión le empujaba hacia fuera. Para él lo terrible es que no está en el exterior por estrategia o marketing electoral, sino porque su razón de ser no tiene ni razón ni ser.

Errejón venía a la política para hacer de puente entre Sánchez e Iglesias en un pacto de progreso. Un día antes del debate lo estaba proclamando en el titular de una entrevista. Pero si algo dejó claro el debate es que Sánchez no quiere nada de nada con Iglesias. No hay voluntad de puente. Ambas orillas de la margen izquierda se alejan en la química (entre los líderes) y también en la física (entre los programas). ¿Qué puente cabe?

La necesidad postelectoral arreglará eso, claro que sí, pero, mientras tanto, la corriente se llevará a Errejón. Quien no quiera puentes puede votar a Sánchez que fue muy displicente con Pablo Iglesias, y todo votante de izquierdas que quiera pacto encontrará en el Iglesias de la mano tendida un voto útil. Ninguno de los dos (ni de los otros) nombró ni una vez a Errejón. Sánchez podía haberlo hecho para darle aire, sí, pero es que Errejón se ha quedado sin espacio. El debate al que no fue fue, redundancia tremenda, el escaparate de que no está.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios