Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

LA vida es la actitud ante ella. Ante un gran problema sobrevenido, todos tendemos a considerarnos los únicos infortunados y lamentarnos lastimeros "¿por qué a mí?". No es tampoco extraño que tratemos de culpar de tal infortunio a otros o a las circunstancias. Y como consecuencia, que terminemos pidiendo responsabilidades y compensaciones, y si no contamos con nadie cercano a quien echar mano, nuestras reclamaciones pueden señalar finalmente, por qué no, al gobierno, al gobierno que sea, a la administración que sea.

Pero si nuestra actitud fuera más serena, más racional y en definitiva menos egoísta, razonaríamos que nadie está libre de desgracias, y que la inmensa mayoría de ellas son asuntos práctica, sentimental y moralmente nuestros, y que a nosotros corresponde resolver. Y si, como está ocurriendo en España con el Covid-19, la mala fortuna toca a todo el país, escuchar el coro llorón de algunos sectores, cuando el problema es tan general, descorazona mucho más que anima sobre el futuro de esta sociedad y el necesario impulso que debe tener.

Hemos regresado de una demasiado corta estancia en Grecia, un país en el que algunas islas tienen una dependencia del turismo mucho mayor que España, y a las que la temporada se les ha acortado en dos tercios en el mejor de los casos. Y la actitud (esa cosa vital) de los numerosos sectores afectados es tan diferente a la que se ve y oye por aquí…

Sin estar contentos, naturalmente, no les oímos quejarse en exceso por sus pérdidas. Muchos resaltaban que, pese a todo, la temporada había ido mucho mejor de lo esperado, y la mayoría se mostraba moderadamente satisfecha. "Otros años hemos ganado mucho, este año tampoco nos arruinamos y el que viene Dios dirá", contaban. Nosotros al menos no escuchamos ninguna reclamación ni al gobierno ni a los dioses del Olimpo. "Tí na kánoume", que se podría traducir algo así como "qué le vamos a hacer" era la frase más repetida.

Será la escuela de pensamiento estoico, nacida allí como tantas cosas vitales, pero esa frase me parece más razonable, calmante y constructiva de país que todos los lamentos airados y ruidosamente reivindicativos que se oyen en el sector turístico y hostelero español desde que la terrible crisis sanitaria y económica empezó a asolar el país, hace ya demasiados meses. Culpando a todos, reclamando a todos, y sin recordar los beneficios obtenidos en bastantes años atrás. Qué le vamos a hacer...

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