HA pasado, como una nube retrógrada por los cielos de nuestras playas , el rumor alarmante de haberse estudiado, con resultados positivos, que la mujer vuelva a sus tareas domésticas y deje el puesto laboral a su pareja, si es un hombre. Probablemente habré recogido mal el mensaje, pero cuando los timbres de alarma internos empiezan a sonar, como en la corriente de agua, algo llevan dentro.

En realidad, la exclusividad laboral del hombre a sueldo o propietario, caducó hace mucho tiempo. Me refiero a trabajos dignos y no "de carga", como el agrario de antaño. El movimiento feminista, anterior a ello, tuvo cierto renombre e impulsó la cuestión y resultó un albadonazo en puertas, pero fueron las épocas y sus evoluciones las que erradicaron la intransigencia al acceso de la mujer a puestos, codo a codo, con el colega de turno, o con la jefa, y viceversa.

Las manillas de los relojes siempre se mueven en el mismo sentido, hacia adelante, como las de la historia. Y precisa y dolorosamente, los países que más problemas padecen son los de aquellos que no han sabido avanzar a tiempo. La integración de la mujer a toda tarea para la que esté preparada ya no es problema nuestro ni debe serlo evidentemente.

Si nos referimos a las parejas, el factor decisivo es la cooperación mutua entre ambos, pero las puertas deben estar abiertas a la acogida femenina en todos los casos: La Historia da fechas y situaciones como de las asociaciones formadas por mujeres, la consecución del sufragio, aunque "sufragista" nos suene peyorativamente, o su labor en los conflictos bélicos etc..etc…No descubro nada nuevo, pero me declaro partidaria y admirada ante muchas de nueva generación, que saben llevar con garbo y armonía , a la par, sus tareas domésticas y las que no lo son. Lo ganado, ganado está, pese a quien pese.