LÍNEA DE FONDO

Carlos A. Díaz / Cdiaz@diariodecadiz.com

En el momento más inoportuno

La plantilla del Puerto Real debió plantarse tras el impago del primer mes, no a las puertas del ascenso

EL pasado fin de semana, el Grupo I de la Primera Andaluza de fútbol vivió una situación esperpéntica con el anuncio por parte de la plantilla del Puerto Real de no presentarse para disputar su partido en El Rosal contra el Chiclana -un encuentro determinante en el aspecto deportivo por cuanto el club verdiblanco se está jugando la posibilidad de regresar a Tercera División- por el impago de cuatro meses y medio. Vaya por delante mi solidaridad con estos amateurs y con todos los profesionales y trabajadores en general que en estos tiempos de durísima crisis económica sufren una auténtica agonía cada 30 días para recibir su salario. Ni que decir tiene con los que ni siquiera aguardan a cobrarlo. Sin embargo, no comparto el momento elegido en este caso concreto del Puerto Real. Es más, me parece incluso contraproducente.

Sin pretender ni mucho menos sentar cátedra sobre cómo deberían resolverse este tipo de conflictos laborales en el ámbito deportivo, creo que cuando apenas comenzada la temporada la entidad empezó a tener serias dificultades para cumplir sus compromisos, justo cuando se produjo el primer impago, antes de las Navidades, el presidente tendría que haberse reunido con jugadores y cuerpo técnico, poner las cartas boca arriba con más sinceridad que buenas palabras y, en el supuesto de alcanzar un acuerdo para aplazar esa mensualidad, abonar religiosamente la siguiente y la siguiente y la siguiente… Y si el máximo dirigente pisotea su palabra, si no cumple lo prometido, entonces merece que le pongan la cara colorada y una espantada en toda regla, aunque ello llegue a suponer para el equipo la exclusión de la competición.

Ahora bien, eso tendría que haber ocurrido hace tres meses y medio. Lo que no tiene sentido es que el plantel haya aguantado lo inaguantable y diga basta, hasta aquí hemos llegado, cuando está a las puertas de un ascenso que, paradójicamente, puede ser la solución a todos los males.

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