Las mitades

En Cataluña está la cerrazón, la intolerancia con algo tan sensible como la lengua, que deberían llamarla "común"

Es de mi propia cosecha, no hay fuente de autoridad, no hay laboratorio de por medio, no hay sino mucho pensamiento personal para explicarme este disparate infinito de Cataluña. Lo que, de entrada, está mal formulado. No debemos hablar de Cataluña sino de catalanes, y no de todos los catalanes, sino de los nacionalistas e independentistas. Lo que tampoco es muy cierto porque, pienso, en este sub grupo están los que no lo dudarían, llegado el caso, los que lo dudarían y los que se bajarían del tren aterrados por la estación de destino del convoy. Este hecho es utilizado -allí todo es "utilizado"- como argumento irrebatible para la exigencia de una consulta. Con desplante y chulería lo dicen: si tan convencidos están ustedes de que la mayoría es contraria a la independencia, consulten al pueblo. Pero no entran en detalles. ¿La consulta es a todos los españoles? Si sólo es a los censados en la región autónoma, ¿significaría que donde triunfe el No seguirían formando parte de la nación española? Digo ciudades, comarcas, provincias. En absoluto, eso nunca. En este retorcimiento del cuello de España, se va a lo que se va. Todo vale. Escocia está al fondo del retorcimiento. Hubo una votación que rechazó la independencia, pues ya se pide otra, casi sin guardar las urnas. Y así hasta que, un día, haya un voto más y se exija. Podemos llamarle el piloto automático. Así que ya debería saberse que nada amansa al tigre, ni la comida, ni el confort de la jaula, ni el horario de paseo por el zoo. A algunos, que lo pensaron antes, les pareció que la única cosa posible y conveniente era paciencia y barajar. Así que, mientras tanto, el chino en el zapato se transmuta en patada en la espinilla. No es exactamente lo de México, que es más complicado, pero en cierto modo se parece: las dos mitades están enfrentadas. No se llega a Colombia, donde cinco millones de negros, que proceden de la esclavitud, no se encuentran concernidos a celebrar la Constitución de Cádiz como un hito trascendental en sus vidas. España era la metrópolis esclavista y siempre lo será. Y en Cataluña, frente a la cordialidad, la cerrazón, la intolerancia. Con algo tan delicado y sensible como la lengua, que llaman vehicular cuando deberían llamarla "común". Las mitades que debería ser, pues tanto una como la otra lo son oficiales, deben desaparecer en la asfixiante hegemonía manu militari de una de ellas, la de los nacionalistas. Es lo que hay ahora que más sangra, esta imposición que no respeta sentencias de tribunales, esta persecución al español, la lengua más hablada en Cataluña. Inconcebible.

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