Desde tribuna

José Joaquín León

El misterio del Cádiz

A estas alturas de la pretemporada, casi en las vísperas del Trofeo, el Cádiz tiene unos 9.000 abonados para presenciar los partidos… de Segunda B. Esa es la categoría oficial del equipo, la de la plantilla que se está formando, y eso es lo que se está pagando. En el hipotético caso de que el Cádiz se quedara en la División de Plata, por decisión del CEDD, deberían fichar a varios jugadores para no descender antes de que acabe la primera vuelta, y los abonados deberían pagar un suplemento.

Ciñéndonos a la realidad, el Cádiz tendría unos 10.000 aficionados garantizados en Carranza para los partidos de Segunda B. Es cierto que, al final de la campaña de abonos, se pueden perder unos 5.000 de la pasada temporada. Sin olvidar la gravedad de esta pérdida, tener 10.000 abonados en Segunda B es un éxito y demuestra la fuerza del cadismo. En el Numancia-Alavés, en el que los sorianos se jugaban el ascenso a Primera, había 7.000 espectadores en Los Pajaritos. Ya quisieran algunos equipos de Primera (como el Numancia, entre otros) y casi todos los de Segunda A contar con la afición del Cádiz. Pero ya quisiera la afición del Cádiz contar con las plantillas de esos clubes, los modestos de Primera y casi todos los de Segunda, que con menos abonados consiguen mejores resultados.

¿A qué se debe este desfase? Lo fácil es echar las culpas a Antonio Muñoz y sus directivos. Es cierto que en la última temporada, tras asumir el legado de Baldasano, no estuvieron muy finos. Pero también es verdad que el único que da un paso al frente para hacerse cargo del Cádiz es Muñoz. Ningún magnate local o forastero pone un euro por el Cádiz, o al menos no ha sido localizado. Así las cosas, la actual directiva mantiene una gestión económica en la que no arriesga, que está al límite, pero sin la ruina de otros clubes endeudados. Por desgracia, en este mundo de pillos que es la Segunda A, mientras no se prohíba ascender a los tramposos, cumplir y ser honrados sirve de poco, porque dos clubes arruinados que suspendieron pagos y están en administración concursal, el Sporting de Gijón y el Málaga, ascendieron a Primera la pasada temporada, y otros tres como la Real Sociedad, el Celta y el Levante, han seguido el mismo camino, se han reforzado con futbolistas de altas fichas que el Cádiz no podría pagar y figuran entre los candidatos principales al ascenso.

En resumen el misterio es el siguiente: el Cádiz tenía una afición de Primera, una plantilla en la que casi todos los futbolistas que se han ido -como Yago Yao, Parri, César, Abraham Paz, Gastón Casas o Dani- seguirán jugando en Segunda A y una directiva que se equivocó después de participar en dos ascensos. ¿Cómo es posible que con una afición de Primera y futbolistas de Segunda se descienda? Podría ser porque los entrenadores venían de Tercera, o del paro; aunque no sólo por eso, también por otros motivos como la salida de Lobos y los refuerzos equivocados.

Así, el Cádiz es una filosofía en desequilibrio, un sueño de utópicos y visionarios, de mártires e iluminados, que diría Valdano, o algo así. Es un Lázaro amarillo que resucita cuando lo dan por muerto. Por eso, tiene casi 10.000 abonados para aburrirse en Segunda B.

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