EN el deporte como en la vida cuesta más destacar si eres mujer. Aunque seas mejor que el mejor de los hombres tendrás alguna dificultad más para que tu trabajo sea reconocido. Quizás sea un poco radical en estos temas, pero creo que, al menos, merecemos nuestro minuto de gloria, y que no sólo tu padre o tu hermano te digan lo buena que eres en algo.

Y más que merecido lo tienen las chicas del baloncesto. Ahí, flamantes, con su medalla de bronce colgada al cuello, lo han conseguido. Su foto en el periódico, su pequeño espacio en el telediario. Ahora, muchos se han enterado que hay una tal Amaya Valdemoro que no tiene nada que envidiar a un tal Pau Gasol. Bueno quizás su pasta, pero ella y sus compañeras, en su terreno, saben manejar igual el balón, y con el mismo esfuerzo que Gasol y los suyos han hecho también historia.

Lástima que la historia de ellas se vaya a recordar menos. A Pau lo seguiremos viendo a diario, pero de ellas poco se sabrá hasta, al menos, los Juegos Olímpicos de Londres. Y no me voy a poner ahora a reflexionar por qué interesa más el deporte de hombres, cuando me apasiona y cuando quizás no hubiera escrito de ellas en otro momento.

Pero valga su medalla para recordar a otras muchas que buscan incesantes su glorioso minuto y que comparten los mismos sueños. Porque ese bronce haga que le prestemos dos escasos segundos de atención. Han salido poco en la tele, o no lo han hecho, pero resulta que hay deportistas mujeres que sudan la camiseta más que Cristiano Ronaldo o Pedro León, ganan tours como Contador, raquetean intentando ser como Nadal y, como se ha visto, son capaces de traer medallas como Navarro y Rudy Fernández.

No soy de las que opina que por ser mujer hay que darte más porque sí. Ahora, si eres bueno eres bueno, seas hombre o mujer. ¡Qué trabajito aún!