ADMITAMOS algunas de las consabidas peculiaridades gaditanas como causantes del anquilosamiento de la ciudad: falta de suelo, localización geográfica, pasividad de sus habitantes... Admitidas y aceptadas, no me negarán que además a la Trimilenaria la han mirado tres mil tuertos. La única (¿y última?) oportunidad que ha tenido para despegar, que no es otra que el Bicentenario, se ha topado con dos crisis, amén de las ya tradicionales disputas entre los dos partidos de marras. Una crisis es la económica, que saltó justo cuando Cádiz iba a salir de pobre con nuevas infraestructuras que la unieran al tren del progreso. Otra crisis es la socialista, que provocará otro parón en el Consorcio del Doce mientras se nombre un nuevo presidente que sustituya a Luis Pizarro. Dan ganas de bajar los brazos, si es que alguna vez los tuvimos levantados. Entre todas la mataron... Pues eso.