Su propio afán
Política de proximidad
¡Oh, Fabio!
Supongo que Felipe VI (que Dios guarde) debe estar más que aliviado con el veto de la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum. Entre las obligaciones de un monarca está aguantar esas liturgias horteras de legitimación que tanto gusta a los políticos, especialmente a los de corte republicano, lo cual no quita que de vez en cuando la vida te de sorpresas y te libre de una. Enhorabuena, pues, Señor. No obstante, nos equivocaríamos si tomásemos a chanza la inexplicable grosería de Sheinbaum hacia el jefe del Estado español. Es evidente que estamos ante algo más profundo que uno de esos periódicos flatos del populismo izquierdista americano. Por lo pronto, se nota el intento de deslegitimar ante los propios españoles a la Corona, mostrándola como una institución no sólo inútil, sino también problemática. Si en algo han destacado los Borbones del 78 es en sus innegables capacidades diplomáticas, especialmente, aunque no solo, en los países hispanoamericanos. “Ahora –se nos quiere decir–, ni eso”. ¿A quién beneficia esto en España? Rufián y Pisarello dieron pronto la respuesta. ¿Es l no-invitación del Rey una intromisión inexcusable en los asuntos internos de España, una suerte de colonialismo inverso? Con el tiempo lo sabremos y habrá que actuar en consecuencia.
Ya es bien conocida la táctica de la izquierda de los dos lados del charco de usar la historia para deslegitimar al adversario. Para ello se cuenta con la profunda incultura histórica de la población en general –y de la prensa en particular– y con la habilitad de unos guionistas que manipulan los hechos pasados sin ningún tipo de escrúpulos. Sobre el México virreinal y la colonización se puede hablar y debatir mucho, resaltar sus ternuras o sus crueldades, según convenga. Algunos hacen hincapié en el terror con que los Aztecas sometían a los pueblos indígenas y otros en la violencia de Cortés. Pero lo que no se puede esconder es que la Nueva España barroca fue uno de los lugares más fascinantes y ricos del mundo, tanto que hay historiadores que defienden que México fue el verdadero centro del imperio español. Eso se lo deben a la Corona. Cuando se independizó de la Corona, Nueva España era más rica y próspera que los incipientes EEUU, pero toda esa herencia fue despilfarrada por unas élites mexicanas (conservadoras y progresistas) que no solo perdieron más de la mitad del territorio frente a los vecinos del norte, sino que convirtieron al país en un infierno de corrupción y violencia. Y no fue, precisamente, la Monarquía la culpable.
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