DE 'phatos' griego: fatalidad, catástrofe. Aquella que el poeta hispanoamericano definía en su estrofa como "hundimiento del mundo". Probablemente pocos espectadores de hoy habremos visto algo más trágico a través de las imágenes televisadas, tanta fatalidad unida a intención humana. Como hoy para los creyentes es viernes día de la pérdida y del dolor, llevaremos probablemente en la memoria reciente la tragedia humana del accidente de Andrea Lubitz, copiloto alemán de la aerolínea Germanwings, quien consigue el deseo de hacer realidad el llegar a la fama y a la historia por el sistema de arrastrar consigo a ciento cincuenta pasajeros del avión con ruta Barcelona-Düsseldorf en picado y sobrevolando la cordillera alpina.

Una conducta aberrante, similar por su incongruencia a ciertos episodios históricos como aquel neroniano en el que el emperador romano incendió la ciudad en su afán de conseguir perpetuidad histórica.

Esto último, Andrea Lubitz lo habrá conseguido posiblemente, pero el coste es tan tremendo que sólo puede inspirarnos un deseo: que un hecho parecido no vuelva a ocurrir jamás.