MUCHA gente dejó de viajar durante años a la hermosa San Sebastián por temor a la kale borroka de los jóvenes proetarras. Lo mismo le puede ocurrir a Barcelona si continúa campando por sus respetos la kale borroka de los antisistema. A ningún turista le gusta pasear entre sirenas, contenedores incendiados, escaparates rotos, piedras y antidisturbios. Bueno, ni a ningún turista ni a casi ningún autóctono.

Igual les da una cumbre internacional que un triunfo del Barça, una movilización contra el proceso universitario de Bolonia que una huelga general. Dondequiera que hay una multitud que celebra o protesta, allá que se personan estos cientos de energúmenos a provocar a la Policía, devastar el mobiliario urbano, saquear tiendas y aterrorizar a los pacíficos viandantes. Como anteayer, cuando estropearon la huelga sindical y pusieron patas arriba el centro de la Ciudad Condal.

¿Y quiénes son estos tíos? Su base de operaciones se ubicó en un edificio ocupado, en el que se refugiaron tras las cargas policiales y desde el que lanzaron toda clase de objetos a la fuerza pública. La mitad de los heridos en una refriega que se prolongó durante ocho o nueve horas fueron Mossos d'Esquadra. Al núcleo inicial de okupas -aún artificiosamente beneficiarios de una aureola de movimiento simpático, rebelde y transgresor- se añadieron los agregados propios de estos sucesos: autodenominados antifascistas, ultraindependentistas, anticapitalistas radicales y descontentos sin ideología concreta, amén de delincuentes comunes que destrozan escaparates para llevarse lo que hay en el interior de las tiendas.

De los 43 detenidos en Barcelona 28 son de nacionalidad española y 15 extranjeros. Los hay británicos, italianos, rumanos, venezolanos y de otros países. Lo mejor de cada casa, sin duda. La mayoría ya tenían antecedentes por desórdenes, daños y robos, lo cual hace preguntar, sin ninguna inocencia, a qué están esperando las autoridades para ponerlos de patitas en la frontera. Precisamente porque no lo han hecho es por lo que la capital de Cataluña se está convirtiendo en la capital del vandalismo internacional disfrazado de reivindicación y lucha antisistema. Barcelona tiene a gala su condición de ciudad abierta y cosmopolita. Como siga así será conocida como ciudad violenta y desagradable.

Falta una política preventiva. Los policías intervienen cuando el desorden ya ha pasado a mayores. El edificio-refugio, por ejemplo, fue ocupado el domingo, tres días antes de la huelga general. ¿Tan difícil era haberlo desalojado previamente a la jornada de huelga? Sólo se trata de aplicar la ley y reprimir la libertad de unos elementos que atacan la libertad, y la propiedad, ajenas.

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