Hay algunos colectivos a los que, sin entrar en valoraciones individuales, habría que reverenciar, cuidar como el oro más preciado, ensalzar como a aquellos atletas griegos a los que cantaban los poetas, como a los sabios de los que dependemos para separarnos cada día más del reino animal del que procedemos. Y uno de ellos es el de los médicos, el de los sanitarios, los que cuidan de nosotros cuando más necesitamos, aquellos en cuyas manos entregamos nuestras vidas y nuestro bienestar cuando lo más preciado, la salud, falla. Ahora los médicos de familia, un grupo no muy dado a las algaradas precisamente, se han puesto en huelga, después de años de aguantar saturaciones, maltrato, veranos que son un suplicio, sueldos bajos y más recortados. Y aún, todavía, desde las autoridades comunitarias, dicen no entender el porqué de su malestar. ¿Dónde tienen las entendederas? Horror.

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