Yo te digo mi verdad

Fue un 4 de mayo

Hay que reconocer a la derecha política y sociológica su habilidad para destronar al autoproclamado rey de la izquierda, Iglesias

Debe de ser producto de una ingenuidad juvenil impropia de mi edad o de una falta de claridad mental producto de mis años reales, pero no acabo de darle la importancia "histórica" a la clara victoria electoral de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Mucho menos veo que la presidenta haya salvado a Madrid de perder la libertad, si tenemos en cuenta que el PP lleva gobernando en esa comunidad casi tanto tiempo como llegó a hacerlo el PSOE en Andalucía. Creo que pocas cosas más que la expresión en el rostro de Pablo Casado y el estado de ánimo del PP (lo que ya es bastante) van a cambiar con este resultado.

No alcanzo a comprender tampoco la sorpresa de la izquierda, que no ha tocado poder desde los tiempos de Leguina. Tanto Ruiz Gallardón como Esperanza Aguirre obtuvieron mayorías absolutas, es decir, mejores resultados que Ayuso. Los populares tienen en la capital un bastión como lo fue Andalucía para los socialistas, lo cual no quiere decir que sea inexpugnable.

Así que todos deberían serenarse. O deberíamos serenarnos. Y hay que hacer un llamamiento a la razón. Lo primero es que se trata de una victoria conseguida del único modo posible en democracia, es decir, en las urnas. Para decirlo con un ejemplo: estamos hablando del 4 de mayo de 2021, no del 1 de abril de 1939. Ni los 'rojos' han caído cautivos y desarmados ni los 'nacionales' han tomado la capital de España, por mucho que tantos la quieran señalar como la primera batalla para terminar asaltando la Moncloa y por mucho que los nostálgicos prefieran llevarnos a recordar fechas siempre trágicas.

Hay que reconocer a la derecha política y sociológica, eso sí, su habilidad para destronar al autoproclamado y audaz rey de la izquierda, Iglesias, y para hacer de él anteriormente la encarnación de todos los males, hasta el punto de hacerlo el blanco de críticas inmisericordes y de desatados mensajes apocalípticos provenientes incluso de personas antes consideradas razonables. La marcha del desinhibido líder de Podemos, al que se critica incluso que se busque un trabajo legal para vivir fuera de la política, es también en realidad una pérdida para esa derecha que pronto quizás empezará a pensar que "contra Pablo se vivía mejor".

Preocupémonos más por esa otra batalla aún no ganada contra la pandemia y contra la imbecilidad de los miles que saltan y bailan con la música de una libertad consistente en que corra el alcohol siempre y en todo lugar.

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