Que los dioses son bien bromistas, que son unos cachondos los tíos es asunto harto conocido a tenor de la interminable cuenta de guerras, muertes y visicitudes varias a las que han sometido a los héroes en el total de la literatura griega y romana. Los dioses se parten con nosotros, sus muñequitos articulados que alzan su voz minúscula, que exigen, que ponen las manos en jarra, que se creen grandes y no son más que polvo de estrellas... Estaría bien creer en los dioses, pasar por verdad cada historia mitológica, para encontrar una explicación menos pavisosa que la casualidad. La casualidad que parece la culpable de que el 17 de mayo abandonaran este mundo el carnavalero Juan Carlos Aragón y, justo diez años antes, su muy admirado poeta de cabecera, el que pareció inspirar En el norte con El sur también existe, don Mario Benedetti. Son los dioses, estoy convencida. Entre tanta poesía que se marchita no cabe el simple azar.

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