¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La máscara constitucional

La llegada de Podemos al consenso constitucional es una buena noticia, siempre que sea sincera, algo más que dudoso

Poco antes de su fallecimiento el pasado octubre, Santos Juliá, uno de los historiadores de referencia de la izquierda moderada española, en una entrevista realizada por Carlos Guerrero en RNE, saludó el giro hacia la moderación de Podemos y, sobre todo, su aceptación de la Constitución como marco de convivencia. No es asunto banal, porque, durante años, los profesores de la formación morada (una legión de menestrales del intelecto que han colonizado las universidades españolas) han intentado construir un contrarrelato, según el cual la Transición, la Constitución y "el régimen del 78", habían sido el producto de un amaño de las oligarquías presionadas por el Ejército, una mera prolongación de la dictadura de Franco, pero convenientemente maquillada de mujerzuela liberal (con tanto éxito, al parecer, que habían conseguido engañar a toda la comunidad internacional). Fue un enorme error y Pablo Iglesias ya se ha dado cuenta. El 6 de diciembre de 1978, como el 2 de mayo de 1808 o el 12 de octubre de 1492 ya son hitos de construcción nacional fijados en el alma de la ciudadanía española, sólo puestos en cuestión en aquellos territorios en los que el Estado ha practicado un suicida abandono.

Este burdo intento de revisión del 78 (que tuvo mucho de niñateo intelectual) también desesperaba a otros de los grandes popes de la izquierda civilizada española, Javier Pradera, sobre el que Jordi Gracia acaba de publicar un ensayo en Anagrama. Pradera, el hombre que forjó a golpe de editorial la socialdemocracia hispana, fue muy crítico con Podemos, al que veía como un patógeno populista que infectaría nuestro país. Murió antes de que Iglesias evolucionase a un discurso mucho más inteligente y al que no le falta algo de razón: la Constitución, aunque puede necesitar reformas, sigue siendo un marco válido para la convivencia entre los españoles, pero aún está por cumplir en su integridad, especialmente en sus aspectos más sociales.

La llegada de Podemos al consenso constitucional es una buena noticia, siempre que sea sincera. La duda es si estamos ante el producto de la maduración vital e intelectual de la desaliñada generación morada o frente al cinismo de unos políticos que han olido el poder. Sentimos mucho el pesimismo, pero nuestra apuesta es que el nuevo rostro de Podemos es una de las muchas máscaras que el hechicero Iglesias guarda en su baúl de las maravillas. No tardaremos mucho en saberlo. En breve disfrutaremos del "Gobierno de Progreso".

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