¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El masaje de Castells

El ministro intenta recuperar prestigio entre el alumnado. Con los rectores no hay nada que hacer. Ya lo tienen calado

En octubre de 1992 no sólo se celebró el quinto centenario del descubrimiento de América, sino también el 75 aniversario de la Revolución Rusa. Para celebrar esta segunda fecha, en la Facultad de Historia de Sevilla, a la que todavía no había llegado la Perestroika, se colgaron unas banderolas rojas con consignas pro soviéticas. Al ver aquello, un grupo de alumnos fuimos a protestar al decano. Mostramos nuestra disconformidad con que se exaltase un golpe de Estado que había puesto fin a la débil e incipiente democracia rusa y que supuso el arranque de una de las tiranías más sangrientas de la historia. La respuesta del decano fue la que nos esperábamos: "aquello lo habían decidido los estudiantes y punto", como si nosotros, los del comité protestante, fuésemos marcianos. Los trapos colorados estuvieron tremolando un tiempo, para vergüenza de la Universidad Hispalense, y el decano siguió mostrándose ufano de su buena sintonía con la muchachada.

Por lo que hemos visto estos días con la polémica sobre si los exámenes universitarios deben ser presenciales o telemáticos, la figura del profe guay que pelotea a los estudiantes sigue siendo una realidad, aunque ahora en versión ministro. En resumen, los representantes de los alumnos exigen que las pruebas se hagan on line, mientras que muchos rectores las prefieren presenciales. Ambas posturas están cargadas de razones y, sinceramente, no sabríamos por cuál decantarnos. En la de los estudiantes prima más la seguridad (obsesión que no llevan, sin embargo, al terreno del ocio) y, en la de los rectores, la lucha contra el fraude académico. Lo verdaderamente llamativo ha sido la irrupción en el debate del ministro de Universidades, Manuel Castells, quien ha estado desaparecido durante toda la crisis del coronavirus, pero que ahora se nos manifiesta en un tuit, al más puro estilo Trump, para darle la razón a los estudiantes y quitársela a las autoridades universitarias. Castells, quien es consciente de que con los rectores no hay nada que hacer, porque ya se han dado cuenta de que es un ministro-humo más, sabe también que su última salida es masajear a un colectivo tan manipulable como el alumnado, darle la razón y saltarse los conductos que marca la institucionalidad. Cualquier día de estos nos sorprende desde su cuenta de Twitter animando a las masas estudiantiles a tomar los paraninfos, costumbre que, por cierto, aún estaba muy de moda cuando se cumplió el 75 aniversario de aquel nefasto Octubre en San Petersburgo.

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