Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Aquellas manos blancas

El horror de ETA nos acompañó toda la infancia, la juventud y parte de la madurez a los niños de la Transición

La mirada de Miguel Ángel Blanco quedó grabada a fuego en la memoria de quienes vivimos con angustia las fatídicas horas de su secuestro y brutal asesinato. Aquella violencia y maldad gratuitas, tan propia del terrorismo, revolvió la conciencia de todo un país que se echó a la calle para pedir a gritos, y enarbolando tan sólo sus manos blancas, la libertad de un inocente y la paz para todos. Pero no pudo ser. ETA siguió su camino de odio y terror, sin mostrar una pizca de humanidad y segó la vida de un joven idealista de veintipocos años con la misma pasmosa crueldad que antes había mostrado asesinando niños en la Casa Cuartel de Vich, familias enteras en Hipercor, jóvenes guardias civiles en la Plaza de la República Dominicana, policías, militares, políticos y ciudadanos anónimos, en cualquier rincón de España. El horror de ETA nos acompañó toda la infancia, la juventud y parte de la madurez a los niños de la Transición que desayunábamos escuchando en la radio alguna infame vileza etarra, almorzábamos viendo compungidos las imágenes del atentado en televisión y cenábamos con un nudo en la garganta ante las del funeral. ¿Cuántas veces nos sentimos aterrados junto a aquellos niños que lloraban desconsolados frente al cuerpo desgarrado de su padre muerto mientras los cómplices de los asesinos celebraban sin recato el crimen?

Porque hubo un tiempo en el que la España que buscaba la libertad, la democracia, la convivencia y la paz tuvo un enemigo despiadado en ETA. En sus asesinos a sueldo, en sus chivatos, en sus colaboradores, en los cobardes que miraban para otro lado, en quienes los defendían argumentando un supuesto antifranquismo que nunca existió o un derecho a la autodeterminación que sería indigno alcanzar con el argumento de coches bomba, disparos por la espalda, tiros en la nuca y odio, violencia y terror.

El tiempo, los intereses espurios y la política, la mala política, podrán intentar tapar aquella mirada, olvidar el dolor de todos, obviar las manos blancas que por millones salimos a las calles y despreciar lo que supuso para todos y cada uno de nosotros el crimen atroz de ETA. Pero la verdad siempre se abrirá camino. Si no somos capaces de honrar a un mártir de la democracia como fue, es y será siempre Miguel Ángel Blanco sólo estaremos infamando nuestra propia historia y nuestro futuro. Pues, como escribió José Martí: "Se afirma el pueblo que honra a sus héroes".

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