La mano que mece la tumba

Cuando la posición de Susana Díaz se ha tambaleado ha habido un temblor de tierra en las estructuras del PSOE

De la cuna a la sepultura va a pasar la presidencia de Pedro Sánchez en tiempo récord, parece. Uno no halla donde posar los ojos que no sea recuerdo de su suerte, como diría Quevedo. Están el polvorín catalán, ¡encendido por los socios del gobierno!; los presupuestos en el aire; los resultados de Andalucía; el miedo de los barones socialistas a las próximas autonómicas; la división en el grupo parlamentario; la desconexión dentro del Gobierno; y las críticas y el desaliento de los veteranos del partido. Por no tener, no tienen ni el consuelo del CIS, que ya no se cree nadie.

Sé que no soy original en la descripción apresurada del panorama. Lo que traigo de mi cosecha es que percibo la mano de Susana Díaz en buena parte de estos vaivenes. Véase, por ejemplo, que el conato de rebelión en el grupo parlamentario socialista se produjo cuando se cuestionó la figura de nuestra presidente en funciones. Nótese que una de las más evidentes marchas atrás del gobierno ha sido sobre la destitución de Susana tras las elecciones. Añádase como se oye cada vez más que la clave de las andaluzas ha sido la gestión de Cataluña. Y súmese que el ruido de fondo de las viejas glorias del partido ha coincidido en el tiempo con el embate contra Susana.

Puede que haber sido un administrado andaluz tantos años bajo su égida me haya hecho verla más letal, y que no estemos más que ante el miedo que da perder un feudo tradicional. Pero cuidado con las paradojas. Primera, la derrota de Díaz ha sido venciendo en las elecciones andaluzas, aunque luego no sume. Sánchez ha hecho todo lo contrario: perder las elecciones y luego sumar con todo lo que se meneaba. Hasta para eso son agua y aceite. La suma da el poder, pero la victoria electoral da la autoridad. Y Susana no deja de recordar que ella ganaba y ganó. La segunda paradoja es que, aunque Susana perdió las primarias, se quedó aquí, en Andalucía, de recambio natural. Fue una especie de cinturón de seguridad para el PSOE por si fracasaba Pedro Sánchez. Esto explica que cuando la posición de Susana se ha tambaleado haya entrado tantísimo vértigo en tantos rincones del PSOE.

Mira que tiene problemas Pedro Sánchez por todos lados, pero quizá el más mortífero es la mano alargada de Susana Díaz. Hasta ahora ni estaba en juego su supervivencia política ni se había quedado jamás a la intemperie. Ahora es mucho más peligrosa. No le quedan pasos atrás.

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