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Yo te digo mi verdad

La manifestación

Honestamente, no me sale, de ninguna manera, compartirla idea de que este presidentedel Gobierno sea totalitario

Ningún demócrata puede estar en contra de que la gente se manifieste a favor o en contra de lo que considere oportuno. Así que la nutrida marcha del pasado sábado en Madrid contra Pedro Sánchez, hecha de manera pacífica, es tan legítima como cualquier otra, y su fin, igual de defendible y digno de ser tenido en cuenta. Aunque si siguiéramos el símil de Ayuso con respecto a la concentración por la sanidad madrileña, el número de participantes sería insignificante con respecto a los 47 millones de españoles. Descalificar lo que hacen otros y valorar lo de uno, aunque sea lo mismo, es propio de la desfachatez (e incluso 'fachatez') que domina la actual política.

La manifestación del sábado es un síntoma de la buena salud formal de la democracia española, como lo son las numerosas realizadas por los independentistas catalanes, por ejemplo. Debemos decirlo, por mucho que discrepemos profundamente de unos y de otros y teniendo en cuenta que, sin duda, podemos y debemos criticar todo lo duramente que queramos los motivos por las que se convocan.

En mi caso, me asombra que alguien considere que es urgente manifestarse directa y exclusivamente contra la acción total de un gobierno, cuando esa situación podrá revertirse dentro de unos meses con la simple acción de acudir a las urnas. Pero esas son las cosas de la democracia: la libertad. En campaña, como se decía antiguamente del amor y la guerra, todo vale. No me asombra que los adversarios políticos utilicen los errores (algunos aspectos de la ley del solo sí es sí, nombramientos demasiado politizados) y debilidades (cambios de criterio, pactos con socios indeseados) de la acción gubernamental y traten de tapar sus éxitos evidentes: aceptable gestión económica y reducción considerable del paro, subida sin antecedentes del salario mínimo interprofesional, reforma laboral acordada con los agentes sociales, fortalecimiento de la posición internacional de España.

Honestamente, no me sale, de ninguna manera, compartir la idea de que este presidente del Gobierno, tan imperfecto como otros, sea totalitario (hemos conocido al menos un régimen dictatorial para poder comparar), ni de que albergue simpatías por el terrorismo ni por la desintegración de España. Y creo que hay que estar muy escorado a estribor para proclamarlo. Pero me parece muy bien que usted pueda decirlo.

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