N UEVAMENTE tras el partido de El Helmántico algunos jugadores se lamentaban de la situación por la que atraviesan, aunque sin responsabilizar directamente a nadie. El equipo no funciona como pretende Calderón, los jugadores no rinden a su nivel, lo que sumado al continuo cambio de sistemas y de jugadores provoca un desconcierto generalizado. El problema radica en la falta de compromiso que se vislumbra en el seno de la entidad. El Cádiz fue vendida en verano, pero por cuestiones de documentales vuelven los antiguos rectores a coger las riendas del club tras haber declarado públicamente que sus ideas estaban agotadas.

A partir de ese momento comienza a faltar la autoridad moral necesaria para exigir a los que están por debajo en el orden jerárquico. No hay un objetivo claro, ya que cuando el equipo reacciona y se sitúa muy cerca de los puestos de ascenso se desprenden del jugador más determinante de la plantilla, Lucas Lobos. Así, el entrenador tiene que comulgar con la decisión del presidente sin rechistar y asintiendo en la excusa dada a los medios: que el puesto estaba bien cubierto, sabiendo que Pavoni estaba también muy próximo a marcharse y Parri no está al nivel que se espera. Si el presidente elude responsabilidades acusando de la situación a los anteriores gestores, ¿con qué autoridad va a pedir al técnico y a los jugadores que estén comprometidos con el club y remen en la misma dirección?. Desde el consejo de administración se dan muestras de que el barco está sin rumbo y que se sigue jugando con la suerte para ver si suena la flauta y se ganan dos partidos seguidos y las aguas vuelven a su cauce.