EFECTO MOLESKINE

Ana Sofía Pérez-Bustamante

La maja vesnuda

ACABO de leer la biografía que del anterior duqueso de Alba ha escrito Manuel Vicent. Aguirre, el magnífico (2011) es un hilarante folletín que el hipócrita lector, llevado de su crueldad refinada y morbosa, lee de un suspiro. ¿Realmente aquel Jesús Aguirre fue sólo un pedantuelo verboso y complicado, un satancete de apostillas malvadas y rabito diverso, un trepa arrogante a quien el destino castigó a morir loco de tontería, aburrimiento y soledad en el laberinto especular de cien palacios vacíos? Ah, no lo sé. Casi me da lástima de aquel hombre cuyo mayor mérito parece haber sido inspirar a Vicent este libro donde, dicho sea de paso, la onda esperpéntica rompe contra el muelle de esa izquierda española tan divina y demasiado humana. (Qué proclive a la frivolidad esnob y a la vulgaridad borbónica es la soberbia satánica de los intelectuales. Líbrenos Dios de los saraos de neurona, vino y rey). Claro que el ruedo ibérico sigue rodando, y hete aquí a doña Mª del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart que resucita al tercer marido, jugando a la duquesa descalza mientras Sevilla entera la jalea (Sevilla es quizá una de las ciudades más sevillanas del mundo). Y la prensa destila la consabida crónica dulcífica del enlace: el amor vittorioso... lucchino & varicela... Esta vez en el parchís ducal la casa juega ficha Funcionario. ¿A quién encargará el SAS la hagiografía? Me pregunto qué es lo que nos gusta más a nosotros, en cuanto que noble-pueblo-español-que-se-consuela-de-la-crisis-babeando-ante-la-tele-y-si-se-tercia-corta-algún-cuello: si ver a una señora poniéndose siempre el mundo por montera, o más bien ese Es-kan-dá-lo de andar pisando con garbo sobre los decoros. Si hubiera un tercer duque consorte, yo invitaría a la Excma. duquesa a celebrar su boda en Cádiz. Porque no todo va a ser ir a los juzgados a llamar "¡guarra!" a la Campanario. Y llevamos años tatuándonos flores, lagartos y signos chinos que nos salen por las perneras y tirantas en espera de una gran ocasión de universal lucimiento. Le regalaríamos un ramo de palíndromos: "Yo dono rosas, oro no doy". Le cantaríamos, por Antonio, "El coraje de vivir" a ritmo de tanguillo. Y la luna de miel, en nuestros campos de azur y molinos de viento.

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