Tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

Las lógicas de la escisión

LOS votantes del PSOE prefieren el binomio Rajoy-Gallardón como solución a la crisis del PP. Están cansados de la estridencia fundamentalista que les ha colocado, contra su voluntad, en permanente enemistad con media España. Tal vez, durante los cuatro años de camorra política, ya intuían que la sobreactuación del presidente popular estaba movida por una dirección en la sombra cuya estrategia fracasó el 9 de marzo, con la pérdida de los réditos ganados en el cultivo de la duda desde 2004… Rajoy siguió el juego, es cierto, pero Gallardón puede salvarlo, cortándole el cordón umbilical con Aznar. Para los votantes socialistas, la convivencia y la lógica democrática de la alternancia son más llevaderas con Rajoy y Gallardón.

Se sabe que este sentir del electorado es compartido por los dirigentes del PSOE, aunque éstos, por pura estrategia, digan lo contrario -lo ha dicho Blanco- y se muestren tácitamente interesados en el triunfo del posaznarismo. Con el posaznarismo, la oposición política se aleja de la opinión mayoritaria del país y, de paso, se acentúan las contradicciones internas de la amalgama conservadora. Para el PSOE es más rentable una derecha nítida, con las bendiciones de la Conferencia Episcopal y su acompañamiento mediático, rayano en la blasfemia política, porque sabe que esa cofradía ya tiene un techo en la opinión pública y le deja mucho espacio en el centro. La solución posaznarista les da otra ventaja añadida: la probabilidad de una fragmentación explícita en el PP.

De producirse, como parece, el triunfo del tándem Rajoy-Gallardón, la reacción de Aguirre podría conducir a un reagrupamiento de la derecha de salvación nacional bajo la bandera del nacional-liberalismo. Con un señuelo liberal, como se ha visto en algunas repúblicas latinoamericanas de bajo perfil democrático, el marketing crearía los mecanismos de seducción electoral de una propuesta-refugio de la derecha clásica. Aunque, también es cierto, la carta de Juan Costa rompe la simplicidad del esquema y añade complejidad a la escena.

Si en el congreso de Valencia triunfase, por el contrario, la opción más conservadora, la tensión escisionista apuntaría hacia el centro, porque ya no cabe esperar más de la retórica de las miradas entre Aguirre y Gallardón. Paradójicamente, esta salida improbable es la más interesante para la corrección de los excesos bipartidistas y el enriquecimiento de la pluralidad. Una nueva formación de centro, integrada por los sectores liberales y reformistas del actual partido de la oposición, no sólo amortiguaría el cuerpo a cuerpo del bipartidismo, sino que actuaría como bisagra en la construcción del consenso político.

En cualquier caso, la solución, con concentrado de tila o cirugía, en un par de semanas.

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