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La esquina

josé / aguilar

El lío de la investidura

SE ha escrito y hablado mucho sobre la importancia de las elecciones andaluzas en la configuración del nuevo mapa político de España. Con razón: el 22-M ha sido un ensayo sobre el bipartidismo dominante, ha puesto a prueba la fuerza real de los partidos emergentes y ha marcado una tendencia electoral no definitiva, pero sí muy influyente, en la escena nacional.

Hay que escribir y hablar también de un movimiento a la inversa. Los resultados de los comicios andaluces han puesto la gobernabilidad de Andalucía en manos de la política nacional. La investidura del próximo presidente de la Junta -presidenta- se ha convertido en un lío porque las posiciones de los involucrados en ella dependen de sus intereses en la política española. Sobre todo, porque se acercan otras elecciones cruciales y eso les obliga a andar con pies de plomo, vigilarse de cerca y no descubrir las respectivas cartas.

Y es que si algo ha quedado claramente establecido es que el vaticinio de que el tiempo de las mayorías absolutas está pasando se ha confirmado sin ambages. La gobernación de numerosos ayuntamientos y comunidades autónomas -y quién sabe si del Estado mismo- va a obligar a negociaciones y pactos, acuerdos y coaliciones. Se impone una nueva cultura política a la que le falta rodaje y le sobra desconfianza entre los agentes llamados a protagonizarla.

Breve repaso a las cuitas de los cuatro o cinco partidos abocados a participar en la investidura en Andalucía. El PSOE rehuye el gran pacto con el PP, pero tampoco quiere echarse en brazos de Podemos antes de que se abran las urnas municipales. El PP sólo admitiría dar vía libre a Susana Díaz en la Junta si el PSOE-A le diera el mismo trato a sus alcaldes precarios tras el 24 de mayo. Podemos abomina de la idea de apuntalar a Susana, arruinando su ambición de sustituir a la "casta", salvo un difícil acuerdo global de largo alcance que los socialistas se niegan a suscribir. La abstención de Ciudadanos (nueve escaños) no sería suficiente para sacar adelante la investidura de la candidata del PSOE y su voto afirmativo -condiciones aparte- exigiría contrapartidas muy sustanciosas para borrar la imagen de socorrista y muleta que ofrecerían los de Albert Rivera.

Como se ve, todos están pensando en el futuro de España y en su propio futuro más que en la investidura andaluza. Ahora es la política nacional la que gravita poderosamente sobre la política de Andalucía.

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