Pepe Blas Fernandez me llamó para invitarme a la presentación de su libro, titulado El Obispo Civil en el que, como es sabido, el autor recopila historias y anécdotas sucedidas en la celebración de las bodas civiles que había oficiado por su condición de concejal del Ayuntamiento de Cádiz. Como no podía asistir al acto, me disculpé y le prometí que en mi colaboración de este Diario le dedicaría una crónica y así lo hago, para cumplir con lo prometido, pero como mi memoria ya no es tan buena como cuando preparaba oposiciones -quizás por el abuso que hice de ella- no recordé que hacía poco tiempo, en el pasado mes de junio, había escrito de él un articulo, cuando se despidió de la política. Este artículo era obligado para mí, porque yo fui el que le metió en ese lío, cuando en las elecciones municipales de 1983 tuve que convencerle a él y a otros gaditanos para que, compatibilizando con sus trabajos, se prestaran a ser concejales del Ayuntamiento de Cádiz, con evidente perjuicio de su tiempo e ingresos, porque entonces los concejales no cobraban.

No he tenido ocasión de preguntarle por qué se autodenominó 'obispo civil'. No sé si en esto la Iglesia Católica y su liturgia han cambiado, pero los mayores recordarán que antes se decía que "los obispos confirman, pero no casan". Sabido es que la confirmación es uno de los sacramentos de la Santa Madre Iglesia, instituido por Jesucristo, cuando después de su muerte en la cruz se aparece a sus discípulos. Es evidente que un obispo puede casar, porque es un sacerdote, pero yo me refiero a ese dicho antiguo que algunos recordarán.

Sea o no cierto lo que digo, está claro que José Blas usa de ese título de obispo como una muestra más de querer dar relace y solemnidad a unas bodas civiles cuyo boato es, por necesidad, mucho menor que una boda religiosa. Celebrándose los matrimonios civiles en oficinas públicas, sean juzgados o ayuntamientos, no cabe la ornamentación floral, ni la música, si bien no se excluye que los contrayentes vistan con el mismo esmero con que lo harían casándose en una iglesia. Porque, precisamente, lo que Pepe Blas ha procurado es elevar de categoría una ceremonia que, aunque civil, tiene para las personas la misma trascendencia que una boda religiosa, porque la promesa recíproca de quererse por esposa o marido es tan exigible como en la boda religiosa. Darle solemnidad y trascendencia a las bodas civiles es la tarea impagable que Pepe Blas ha hecho durante muchos años para sus convecinos y por ello se ha hecho acreedor a su agradecimiento.

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