El asunto no son los 12 escaños de Vox, sino que, se quiera o no, hay 400.000 personas en Andalucía que han votado a la extrema derecha. Y que, se quiera o no, tienen derecho a hacerlo. La grandeza de la democracia es tanta que admite en su seno a quienes no creen en ella. Y así debe seguir siendo. Tratar de fascistas a los votantes no es justo, aunque será justo responsabilizarlos por los problemas que cause la aplicación, en el grado que sea, de ese ideario a la vida de todos los andaluces. Empieza una etapa en el gobierno de Andalucía y lo correcto es esperar a ver en qué manera se empieza a contradecir los principios democráticos para, entonces sí, oponerse con toda la fuerza de la razón y con todos los medios.Y exigir reponsabilidades. Tranquilos, no habrá que aguardar mucho tiempo para comprobarlo, de la misma forma que cuatro años, o los que duren, pasan volando. Quedamos en que la mayoría decide ¿no?

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