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Las lágrimas de Messi

Llamar deporte al fútbol profesional es como llamar asociación caritativa a una entidad bancaria

Noes uno nadie para juzgar los sentimientos de otro, pero sin entrar en lo personal, la imagen pública de los personajes famosos suele ser una inagotable fuente de análisis de la realidad, tanto por la forma en que lo transmiten como por la audiencia que les sigue y les idolatra. En las deplorables tertulias de cotilleos se pone de manifiesto, no sólo la increíble falta de dignidad personal y profesional de muchos de sus participantes, sino la inagotable necedad de los que les siguen, situando cada mes estos bodrios en lo más alto de la audiencia.

No dudo que las lágrimas de Messi en su despedida de la afición azulgrana fueran sinceras y le salieran del corazón, razones no le faltan; de ganar una fortuna cada año a recibir el ofrecimiento de media fortuna, existe otra media fortuna de diferencia, y de tan alta cifra, que da razones de sobra para la frustración y el llanto desesperado. Ya se sabe, las ansias de dinero, plata diría el susodicho, son insaciables y sobre todo las de las decenas de moscones que andan a su alrededor y que dependen del astro argentino. Pero lo que más llamó mi atención fue el gesto apesadumbrado de jóvenes y no tan jóvenes que mostraban signos de dolor y abatimiento mientras oían tan desgraciada noticia, actitudes igualmente respetables, pero no por ello sujetas a la interpretación.

Soy aficionado al fútbol, no me gusta la palabra futbolero, incluso abonado de un club por aquello de que para este deporte parece que fueron escritas las palabras que Cervantes puso en boca de Don Quijote: "L a razón de la sinrazón que a mi razón se aviene…". La pésima oferta televisiva me inclina generalmente a decidirme por un partido de fútbol y la mayoría de las veces a coger un libro. La televisión es una gran defensora de la lectura. Para mí, ver un partido de fútbol, bien sea asistiendo al estadio o siguiéndolo a través de la pantalla, es toda una muestra digna de estudio sociológico. Llamar deporte al fútbol profesional es como llamar asociación caritativa a una entidad bancaria por aquello de los préstamos. El fútbol es dinero y alrededor de él gira un entramado de intereses del que nadie está libre, ni siquiera los jugadores estandarte de una afición que, en su día se fueron a otros equipos en busca de una lógica y justa mejora de sus emolumentos. Sólo el aficionado permanece fiel a unos colores, pura ingenuidad y romanticismo.

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