cuchillo sin filo

Francisco Correal

El laberinto español

EL 18 de julio compré la biografía de Franco escrita por el historiador francés Bartolomé Bennassar. Se cumplían 75 años del comienzo de la Guerra Civil del 36. Zapatero le ha puesto la percha perfecta a este artículo. Ha convocado elecciones generales el día que se cumplen 36 años de la muerte del ferrolano que expiró un día de noviembre de 1975. Se cruzan las dos terminaciones, 36 y 75, en una suerte de destino capicúa.

Le sorprende a Bennassar en su biografía el poco interés que entre sus colegas franceses despertó la figura de Franco, todo lo contrario de los cientos de páginas que al ferrolano y su tiempo le han dedicado los hispanistas ingleses. El autor francés se remite continuamente a la biografía de Paul Preston, a Franco, Caudillo de España. Es el verano de Preston, rey de las librerías en estas bodas de diamante de la guerra más cruenta y salvaje del siglo XX. Es admirable la concordia, el fair play de que hacen gala estos británicos que se entregaron apasionadamente a esta amada vencible, una especie de segunda patria. La tesis doctoral de Preston se la dirigió Hugh Thomas, se enamoró de España leyendo El laberinto español de Gerald Brenan y acaba de participar en la presentación de la biografía de Raymond Carr, ese laborista defensor de la caza del zorro, que es como ser catalanista y taurino. Geoffrey Parker le dedica la biografía de Felipe II a su maestro John H. Elliott. Qué diferente ese hermanamiento de inquietudes diversas de la riña de gatos que preside la convivencia entre los historiadores españoles, que parecen extrapolar en sus sectarias trincheras intelectuales las orillas de aquel conflicto que pretenden estudiar.

Preston, igual que Brenan y Carr, se hizo hispanista por Andalucía. El miembro de Bloomsbury se afincó en Yegen y está enterrado en Alhaurín. Raymond Carr descubrió España cuando llegó de luna de miel a Torremolinos. Preston, con el mismo salvoconducto de Brenan que llevó a Pitt-Rivers a Grazalema, se estableció inicialmente en Arroyo de la Miel. No hace falta salir de ese paraíso malagueño, media geográfica entre la Benalmádena serrana y la costera, para encontrar las dos Españas. Todos los personajes de los que me habló Enrique Bolín, el alcalde más longevo de España, aparecen en El holocausto español, el manual de los horrores de Preston. Su tío Luis Bolín fue jefe de propaganda de los rebeldes y pernoctó con Franco en Casablanca antes de coger el avión Dragon Rapide. Su tío Manolo Bolín se casó con Constancia de la Mora, una de las primeras divorciadas en la República, que se unió sentimentalmente a Ignacio Hidalgo de Cisneros, aviador, secretario de Casares Quiroga y responsable de la propaganda de la República en su crepúsculo y en el exilio.

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