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rafael / sánchez Saus

La izquierda y los titiriteros

ALGUIEN debería hacer un estudio que evaluara cuántos millones llevan costadas en taquilla al cine español las galas de los Goya. De la de este año sólo puedo hablar de oídas y lecturas, pues hay excesos que yo no me permito desde mucho antes de que mi médico intervenga, pero parece que la mona cutre, aunque vestida de esmoquin, mona fue hasta el rabo. Imitar burda y provincianamente con los mimbres de tercera que aquí gastamos lo que se detesta, aunque se envidie, tiene eso, que uno acaba siempre repitiendo el mismo número. Tan aburrido como previsible en su obligatoria transgresión servil para consumo de peluqueras.

Muchos de ustedes recordarán las historietas de Martínez el Facha, publicadas desde los albores de la Transición hasta ayer mismo, en las que se satirizaba a esos sectores de la derecha "nacional" que, casi desaparecidos hoy, formaron parte de la fauna social hispana durante décadas. El gran éxito de aquellas historietas estuvo no en ayudar a desprestigiar mediante el infalible recurso de la risa a lo que nunca tuvo prestigio, sino en que sus caricaturas acabaron siendo encarnadas por los mismos a quienes ridiculizaba, de forma que desde hacía años eran los últimos fachas quienes daban vida y parecían representar los papeles de los personajes creados por Kim. Pues bien, sin necesidad de que hoy exista, que yo sepa, un espejo deformador tan fiel como lo fue Martínez el Fachade cierta derecha, la izquierda actual parece empeñada en hacer bueno el estereotipo de perroflautismo que algunos le colgaron con éxito hace ya algún tiempo. La nueva izquierda, tan bien representada en el anual aquelarre goyesco, ha hecho tan suyos el estilo canallesco y la sobaquina de la vieja farándula que cuando en medio de la farsa han irrumpido unos titiriteros de verdad, nadie ha notado la diferencia y al parecer ella misma menos que nadie. Los ya tan conocidos como indeseables titiriteros de Madrid, haciendo realidad y dando vida a lo que hasta ahora parecía mera burla descarnada de la izquierda emergente, están a un minuto de convertirla en calco de unos hipotéticos Pérez el Okupa o Rodri el Perroflauta. Una izquierda que considera de los suyos a estos personajes sólo por el hecho de ser titiriteros puede encontrarse una mañana con que ya no es sino la caricatura de sí misma, pergeñada un día por el sarcasmo de sus enemigos.

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