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EL ALAMBIQUE

Luis Suárez / Ávila

Las invariantes

CUANDO se ha construido una ciudad, paso a paso, y su urbanismo tiene peso, seguro que es producto de las invariantes. Las invariantes se repiten, están en el inconsciente forjador, son elementos imprescindibles de la personalidad y de la idiosincrasia de algo. Así, las invariantes del urbanismo portuense son las calles tiradas a cordel, el urbanismo en damero; los bluendes, esas especies de almenas que coronan los pretiles de las azoteas; los guardacantones de las esquinas; los cierros bajos y altos; los pavimentos tradicionales; los huecos de escalera; los patios; y los soportales, por ejemplo. Cuando el Puerto fue declarado Conjunto Histórico-artístico, yo creí, inocentemente, que sería su salvaguarda. Esta Ciudad de los cien palacios, ha ido, poco a poco, deturpándose y adocenándose, con la permisividad de las autoridades locales. El paisaje urbano se ha degradado hasta límites insospechados. Aquí cualquiera ha dispuesto como suyo de algo que es del común. Pero está visto que la Ley no se ha aplicado, ni se aplica; no se tiene conciencia de estar ante una Ciudad singular, a la que poco a poco se le va despojando de sus invariantes, fijadas y forjadas siglo a siglo. Es el caso de los soportales de la ribera del Guadalete. Desde Pozos Dulces hasta el comienzo del Parque de Calderón hubo soportales, magníficos ánditos cubiertos al mismo nivel de la calle; espacios públicos de suelo sin cielo, antesala de las viviendas de gentes de la mar que han ido quedando como testigos de las invariantes arquitectónicas portuenses. Y sin embargo, pese a su robustez, llega un cualquiera y los derriba, impunemente. Con sólo repasar las antiguas fotografías puede apreciarse cómo constituían un conjunto muy homogéneo de construcciones que daban la sensación de haber heredado de nuestros repobladores de la cornisa cantábrica una de sus invariantes y haberlas convertido, con el paso de los años, en nuestra. Pues no, parece que no. En el edificio de Pozos Dulces esquina y vuelta con Chanca, se han permitido sus promotores derribar los soportales y la primera crujía del edificio, pese a la prohibición expresa que tenían de hacerlo. Sea bienvenido el expediente de la Delegación de Cultura y caiga sobre esos desaprensivos todo el peso de la Ley. A ver si, de una vez, se enteran que no se juega ni con las invariantes, ni el paisaje urbano, ni el rústico, ni con la historia.

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