Línea de fondo

Manuel Galvín Serrano

La intocable mafia

EN los tiempos que corren el fútbol ya no depende sólo de un buen técnico o una plantilla ejemplar, también obedece a las directrices de las mafias que organizan los equilibrios de clubes, instituciones y demás órganos deportivos. Si bien merece mención aparte cómo se comporta la FIFA, la UEFA y demás organismos de cada día más dudosa honorabilidad, hoy prefiero destacar la mafia interna que azota a más de un club y si es un grande mejor, que así la prensa se alimenta de sus vísceras. En este caso, el ejemplo más actual y mediático es el Barcelona. Desde su directiva, con Bartomeu cuestionado y sus hombres de chaqueta huyendo como pueden, hasta su vestuario el hedor a putrefacción que emana el mundo blaugrana estos días hace crecer las alarmas de forofos culés y las mofas de merengues.

Un lugar que muchos han convenido en llamar "constelación de estrellas" como es el vestuario de un Barcelona o un Real Madrid no puede ser otra cosa que un avispero de egos que puede acabar convirtiéndose en un arma de doble filo para un técnico. Este quedará a merced de la intocable mafia que dirigirá el vestuario a su antojo a cambio de toneladas de goles. En este caso, la referencia clara, según lo visto en los últimos días, es Messi. El argentino se ha plantado contra Luis Enrique, no aguanta que le manden, lo detesta, él marca pero reclama sus competencias directivas. Durante años, grandiosos jugadores, y hasta el propio Guardiola, han tenido que emigrar de Can Barça por deseo del rosarino.

En el momento que las cosas se tuercen o hay oposición a su planificación organizativa del vestuario, la rebeldía estalla y Messi se convierte en un jugador cabizbajo y apático. No es que sea tan dramático que falte a un entrenamiento, quizás pudo escoger otro día sí, pero sí lo es la forma en la que tiene de despachar a su antojo a cualquiera que le tosa. Y como él, hay más en otros equipos.

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