EL sector ganadero está en crisis. Bajan los precios y suben los costes. No sólo los costes de los piensos, sino los derivados de la filosofía del bienestar animal, que se va imponiendo en la Unión Europea. Ya se sabe que el europeo rico está menos preocupado por las personas pobres de otros continentes que por los animales del propio. Somos así.

Por ejemplo, las gallinas. En menos de cuatro años entrarán en vigor varias disposiciones de la UE para mejorar las condiciones de vida de las gallinas en las granjas. La nueva reglamentación exige que cada gallina disfrute en las jaulas de un mínimo de 750 centímetros cuadrados de espacio (casi un cuarenta por ciento más que ahora), disponga de arena en los suelos para poder escarbar y de palos para su movimiento y ocio. En fin, un pisito en condiciones.

Lo que no sabíamos es que las gallináceas tienen también derecho a la intimidad. Como cualquier ciudadano de un país desarrollado al que la Constitución y las leyes reservan un territorio privado. Esta ha sido una conquista histórica extraordinaria, un hito en la lucha del hombre frente a los poderes de todo tipo que propenden a controlarlo e invadirlo. Las gallinas lo conquistarán ahora. Desde el año 2013 cualquier gallina europea deberá contar con un nido donde depositar su huevo. Por nido se entiende un sitio separado del resto de los habitantes de la granja por una cortinilla, como las que colocarán el domingo en las cabinas electorales para preservar el secreto del voto. Las gallinas pondrán el huevo en secreto, sin miradas indiscretas ni atentados al pudor.

Yo lo veo bien, qué quieren que les diga. No sé por qué hemos de gastar tantísimos euros en los programas de conservación del lince, que sólo aporta belleza y porte a los privilegiados que pueden verlo, y, en cambio, estamos regateando el mínimo de bienestar y comodidad a unos animales más feos, sí, pero que nos proporcionan proteínas de muchas maneras, a cual más apetitosa. ¿No es discriminatorio e injusto que el toro de lidia, que se basta y se sobra para defenderse de un ataque, tenga un nutrido club de fans obstinado en prohibir que lo toreen (es decir, obstinados en que desaparezca), y la pacífica gallina doméstica, que alimenta a miles de millones de personas, languidezca hacinada en horrendas granjas y sea torturada por luces artificiales constantes o transportes torturadores de madrugada sin nadie que alce una voz por ella?

Menos mal que los denostados burócratas de la Unión Europea han demostrado su sensibilidad y han dispuesto esta normativa contra el estrés y el sufrimiento gallináceos. Qué menos que garantizarle a la gallina intimidad para poner huevos. Los que no están contentos son los productores de huevos de España, que habrán de hacer frente a la renovación de sus instalaciones. Y luego dicen que el huevo es caro...

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