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Desafíos universitarios/7

José Antonio Hernández Guerrero

La ineludible tarea de divulgar

YA sé que, en cumplimiento de las normas dictadas en la LOU de 2001, todas las universidades poseen unos dinámicos servicios de extensión universitaria que promueven la creación artística, difunden el pensamiento serio y proporcionan unas eficientes herramientas para el acceso a la cultura, no sólo a los miembros de la comunidad universitaria sino también a los demás conciudadanos. En esta ocasión me refiero a la tarea personal que los profesores contraemos de divulgar nuestros conocimientos y que hemos de desarrollar de una manera convergente con los otros quehaceres esenciales de la investigación y de la enseñanza. Parto del supuesto de que, si fuéramos capaces de traducir a un lenguaje divulgativo el caudal de conocimientos científicos y metodológicos que poseemos, proporcionaríamos un servicio extraordinariamente práctico que ayudaría a nuestros conciudadanos a comprender la complejidad del mundo en el que vivimos, a explicar muchos de los problemas de la sociedad a la que pertenecemos y a plantear correctamente algunos de los asuntos que preocupan a los seres humanos con los que convivimos.

Estoy convencido de que este esfuerzo por divulgar nuestros conocimientos especializados constituye una manera insustituible de impulsar la comprensión social de la ciencia y una forma eficaz de elevar la valoración de su influencia en la vida cotidiana de nuestros convecinos. No podemos perder de vista que la vida de los seres humanos está penetrada por las artes y por la literatura, mediatizada por las ciencias y configurada por las tecnologías.

Dedicar parte de nuestro escaso tiempo a la difusión cultural es una manera eficiente de proporcionar "alimentos" que nutren, "ropajes" que abrigan y "hogares" que acogen. Si empleo este lenguaje no es con la intención de ilustrar estos servicios con metáforas más o menos tópicas, sino con el propósito de formular una definición comprensiva y comprensible del ser humano. Como es sabido, no podemos vivir plenamente con un simple pedazo de pan o, en otras palabras, para sobrevivir -para "realizarnos"- es necesario que cubramos también otras exigencias vitales y perentorias. Me refiero al conocimiento y al disfrute de ese rico patrimonio cultural que, arraigado en nuestra tierra, nos abra la posibilidad de intervenir activamente en nuestra sociedad.

Tengo la impresión de que si los privilegiados de la ciencia o de la cultura, como por ejemplo, los profesores de Medicina, Derecho, Economía, Filosofía, Historia, Biología, Psicología, Pedagogía, Arte, Literatura o Lengua, invirtiéramos algún tiempo en explicar de manera clara algo de lo que sabemos, contribuiríamos a repartir los ricos tesoros reservados a una minoría de alumnos y ayudaríamos a reducir la abismal distancia que separa la élite intelectual del resto del pueblo. Hace aproximadamente dos años, Humberto Eco, recientemente fallecido, me decía textualmente: "Los profesores universitarios hemos de tener suficiente humildad y realismo para reconocer que una buena emisión divulgativa de radio, de televisión o, incluso, un buen artículo periodístico pueden ser más fructíferos didácticamente que una lección académica perezosamente repetitiva y soporífera".

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