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El catamarán

rafael / navas

El increíble puente creciente

RARA vez el coste de esa obra de reforma que hacemos en casa, aunque sea un chapú, coincide con lo que acabamos pagando. No sólo por los consabidos 'poyaques' (poyaque cambiamos el suelo del cuarto de baño, cambiamos los sanitarios...) sino porque cambian los precios de los materiales o los propios materiales, surge una arqueta en mal estado que no se veía o el cable de la instalación eléctrica, también invisible, estaba a punto de quemarse.

Pues si esto pasa a diario con la reforma doméstica de unos pocos miles de euros, imaginemos lo que debe ser una obra como la del segundo puente sobre la Bahía de Cádiz, en la que un solo tornillo del tramo atirantado vale lo que nuestra reforma del baño. Los Presupuestos Generales del Estado para 2015, cuyo borrador ha sido presentado esta semana, confirman lo que ya se suponía: que el segundo puente va a costar casi el doble de lo que se presupuestó en un principio, cuando la obra iba por los doscientos y pico millones de euros, que ya eran. La proyección de anualidades sitúan el coste de esta obra en más de quinientos millones, con lo que seguirá engullendo buena parte de los recursos inversores del Ministerio de Fomento en la provincia.

¿Qué ha sucedido para haber llegado a tan enorme desfase, por otra parte anunciado por los expertos cuando se adjudicó la obra? La respuesta a esta pregunta debe estar guardada en alguna caja fuerte junto a la fórmula de la Coca-Cola porque ningún político, ni antes con el PSOE en el Gobierno ni ahora con el PP, ha acertado a explicarlo. Está claro que los continuos parones que ha sufrido esta obra, como sucede con otras, han respondido a subterráneas negociaciones entre Fomento y la constructora, Dragados, para modificar aspectos técnicos que han surgido durante la ejecución y eso significa siempre más dinero. Dinero que paga España. En el último de estos parones -nunca definitivos para no incurrir en posibles ilícitos que conlleven sanciones- se han echado encima varias decenas de millones de euros pero hasta la fecha nadie ha explicado bien por qué. Un halo de misterio ha rodeado desde el principio este proyecto y parece que así será hasta el último día por mucho que a los políticos se les llene la boca hablando de transparencia.

Estamos ante la obra que todo el mundo está deseando acabar: Fomento, para poder repartir dinero en otras obras casi o más necesarias; los ayuntamientos de Cádiz y Puerto Real, para apuntarse el tanto; Dragados, para cobrar esos sobrecostes; los vecinos de Astilleros y del Río San Pedro, para recuperar la normalidad y vivir sin polvo y ruidos; y los del resto de la provincia, como los de Tres Caminos o el Campo de Gibraltar, para contar con carreteras que eviten atascos y una línea de ferrocarril sin la cual la provincia nunca despegará. Así que ya saben: si se les ocurre algún día hacer un puente en su casa, vayan preparando la cartera y la paciencia.

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