por los bloques

Óscar / Lobato /

Entre imposturas

LA Princesa Caraboo conturbó la bucólica existencia del condado de Devonshire, en Inglaterra, en abril de 1817. Su aparición fue un éxito desde el instante que esa joven mujer, de aire exótico, irrumpe en una casucha de la parroquia de Almosbury y pide por señas a sus inquilinos dormir esa noche en el suelo, al amor del rescoldo de la lumbre.

La extraña se apunta con el dedo y se presenta como Caraboo. Extenuada, se queda frita en seguida, apenas logra venia de los moradores, quienes deciden comunicar el hecho a la autoridad.

Total, la enigmática e ininteligible mujer acaba ante Samuel Worral y esposa, terratenientes locales, a quienes les sucede igual que a los plebeyos: no la entienden ni papa. Tampoco el mayordomo de la casa, un griego versado en lenguas mediterráneas, identifica el idioma de la mujer. Tal como pintan las cosas en la Inglaterra del XIX (y van a pintar aquí, en nada), la condición de pobre y extraño no anda bien vista y la aparecida acaba en la prevención municipal. Mira por donde, allí, un marinero portugués, más lobo de ron que de mar, la oye e identifica su lengua: es el dialecto de Javasu, diminuta isla del Pacífico.

Los Worrall le ven punta al tema y la sacan del trullo, para acogerla en su mansión y exhibirla como curiosidad. Los periodistas entran al trapo de lleno y airean las agitadas vivencias de la mujer, que resulta ser la hija del cacique isleño, secuestrada por piratas malayos y vendida como sierva a un cruel amo oriental, de quien escapa, saltando por la borda del navío que les lleva a Inglaterra.

La Princesa Caraboo triunfa hasta que alguien la reconoce como Mary Baker, nacida en otra aldea de Devonshire, pobre sirvienta analfabeta y capaz de inventar un lenguaje falso, engañar a todo quisque, torear a la prensa y vivir como marquesona a costa del imbecilismo general. Tras descubrirse el pastel, las cosas le rodaron mal y Mary Baker acabó cazando sanguijuelas .

Viene esto a cuento por ese juicio sobre falsas invalideces y pufos contra el erario público, en una trama que enreda a turbios truhanes, sinvergüenzas varios y estrellas del papel cuché. Un circo donde veremos a opinólogos y presuntos medios de comunicación servir gilipolleces a cazos. No falta nada. Ni siquiera las sanguijuelas.

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