NO es tanto dar premios, no es tanto quitar del Congreso la palabra 'diputados' ni instalar semáforos supuestamente igualitarios en Valencia. Todo (o casi todo) eso está bien aunque no tengo muy claro en qué puede ayudar a la igualdad entre hombres y mujeres, fuera del aspecto folclórico con el que todas las autoridades quieren dar a entender que ellos son los primeros en esta lucha justa. Pero, permítanme, no es eso. Es más bien que, como bien reflejaba el reportaje publicado por José Antonio Hidalgo el domingo en este periódico, a pesar de todos esos actos, de todas esas leyes, de todas esas celebraciones, de todos esos gestos, la violencia de género crece sin parar entre las parejas jóvenes, como un hecho que cada día desmiente que se vaya por el buen camino. Y sin que ningún ministro, diputado, director o directora de ninguno de los muchos institutos de la mujer haya hecho autocrítica ni, por ejemplo, dimitido.

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