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Una imagen vale más

Tampoco será tercerismo si los votos de esta calaña terminan en tu buchaca, sosteniendo tu gobierno

Una imagen vale más que mil palabras. Ahí tenemos en Alsasua, tranquilamente, al Carnicero de Mondragón, autor satisfecho de 17 asesinatos, entre ellos, un niño de 13 años, viendo como sus colegas tiran piedras y llaman "hijos de puta" a todos los españoles, entre otros, a Ortega Lara, 500 días de tortura en un zulo, y a Beatriz Sánchez, que estaba en la casa cuartel de Zaragoza cuando el atentado. Esa foto retrata nuestra lucha contra el terrorismo, nuestro sistema penitenciario y pone en evidencia a tantos que proclaman engolados que hemos vencido a ETA. Ya se ve.

Los exquisitos que decían y dicen (¡todavía!) que la convocatoria de Albert Rivera en Alsasua, secundada por Santiago Abascal, y por algunos versos sueltos y heroicos del PP (Carlos García y el PP de Vizcaya) era provocar, ahí lo tienen, al Carnicero de Mondragón, tan pancho, asintiendo y alentando con su presencia los insultos, pero sin provocar, por lo visto, no como los constitucionalistas, esos imprudentes, como han dicho Ander Gil, portavoz del PSOE, y el mismo ministro del Interior Marlaska.

El tercerismo siempre es elegantísimo, quién lo duda. Ni los hunos ni los hotros, y tal. Yo admiro el tercerismo de Unamuno, pero no éste con el Carnicero de Mondragón y con quienes llaman "hijos de puta" a Ortega Lara. Y, además, en muchos casos, tampoco es tanto tercerismo si los votos de esa calaña terminan en tu buchaca, sostienen tu gobierno y los cortejas impúdicamente para conseguir los votos para tus presupuestos. Es un tercerismo impostado, si echas las cuentas.

Los remilgos del PP también han quedado en evidencia, a pesar de las muy honrosas excepciones. Lo suyo no es un caso de tercerismo con segundas intenciones, sino de pasmo genético. Lo de Cospedal tiene bloqueado a Casado, quizá; y sería para todo lo contrario, para tenerlo frenético, limpiando el partido. No sólo de corrupción, sino también de tanto cálculo y maquiavelismo de salón o de planta alta de Génova.

El Carnicero de Mondragón (vean su foto (hecha por Miriam Muro) que es histórica) trazó una línea en el suelo (con sangre) en la que no se puede hacer equilibrismos. O se está con él, vía votos, vía comprensión, vía pactos, vía apaciguamiento, o se está enfrente, donde caben todos. La concentración de Alsasua valió para esa foto repugnante, pero importantísima, como un espejo en el que mirarnos, como una prueba para nuestra democracia.

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