Era de los fijos en 'la mesita de la ventana' del bar Terraza, donde acudía con su Rosi. Se dejaba aconsejar por Pelayo, que sabía que Pepe Pérez Moreno era de buen comé. Disfrutaba con el menudo, con un pescaíto... Se concentraba en el plato, paladeaba cada cuchará como paladeaba cualquier cosa que tuviera que ver con Cádiz porque ha sido uno de los enamorados más grandes que ha tenido la ciudad.

Contaba con detalle las mañanas en las que con su entrañable Rafael Paúl se perdía por La Caleta y los dos escuchaban al catedrático Servando, un mariscador de esos sabios, darles una clase magistral de cómo se abren los bichos y se les da un certero lengüetazo.

Para Pepe la Caleta era como la Catedral de Cádiz, donde estaba la esencia, su lugar de culto. La miró muchas mañanas cuando trabajaba como médico en el hospital Mora y la echó de menos luego cuando estaba en el Clínico.

Pepe era de compartir. Le encantaba cocinar acompañado, comer en grupo y luego contarlo en forma de crónica detallada, deteniéndose en las mijitas, en las historias que hay detrás de cada salsa. Cuando escribía yo creo que volvía a disfrutar tanto como disfrutó con el almuerzo. Tanto le gustó la cosa que incluso se atrevió, también en compañía, a escribir algún libro con otro amigo, Julio de la Torre, con quién también cantó más de un tango, porque otra de sus grandes pasiones era el Carnaval.

Creo que uno de los momentos más felices de su vida es cuando fue nombrado presidente del concurso del Falla, momentos casi tan felices como cuando estaba "destinado" en Sanlúcar o en Barbate, donde aprovechaba los ratitos entre guardia y guardia para conocerse los mejores bujíos de cada sitio.

No perdonaba la siesta. Era quizás lo único que no perdonaba Pepe Pérez Moreno. Creo que fue elegido presidente del Grupo Gastronómico Gaditano más que por unanimidad, por abrazo, por la estima que le tenían todos sus compañeros.

Disculpen si este artículo es un poco apasodoblado, pero no he podido dejar de escribirlo como amigo, como admirador de alguien que era capaz de ilusionarse con las cosas, que siempre buscar el lado bueno de todo. Una persona, en definitiva, que siempre pensaba en sumar. Cádiz ha perdido con su muerte a uno de sus grandes enamorados.

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