La cornucopia

Gonzalo Figueroa

Un hombre bueno

He leído con gusto, no exento de emoción, la sensata entrevista que Melchor Mateo ha hecho recientemente a Emilio Aragón en este Diario. Es de sobra sabido que el entrevistado, "gaditano, viñero, socialista y sindicalista" como lo define el periodista, se ha prejubilado después de una larga trayectoria vivida al servicio de la actual Cajasol, producto de una serie de fusiones de distintas Cajas de ahorro, donde llevaba años como excelente director de su Obra Social.

Emilio, con sencillez ejemplar, responde a las preguntas a las que se ve sometido sin un asomo de resentimiento frente a las circunstancias de su salida, que él estima como efecto de un necesario "adelgazamiento" de la institución fusionada. Y en el rápido repaso de sus actuaciones como directivo, va desgranando anécdotas que muestran inequívocamente su talante humano y sensible, que le ha permitido durante todos estos años favorecer a numerosas instituciones, obras y personas, apoyando iniciativas de mucho alcance, que han reportado ayudas importantes para proyectos de contenido social, cultural y de progreso, de los que habla con entusiasmo y justificado orgullo.

Y al ser sondeado sin rodeos sobre el ya audible rumor que circula de su posible candidatura a la Alcaldía de Cádiz, algo sobre lo que el arriba mencionado entrevistador abiertamente lo interroga, su respuesta es humilde, directa y digna: "¿A qué gaditano no le gustaría hacer cosas por su ciudad?...Ahora bien, que yo me lo plantee es absurdo, porque eso no depende de mí. Si milito en un partido, debo acatar sus reglas…yo no soy el que me tengo que plantear algo que no está en mi mano". Al respecto, y como un excelente auspicio de la anterior alternativa política, me permito hacer dos observaciones curiosas que, providencialmente, sintetizan la personalidad de Emilio Aragón y lo hacen de sobra merecedor de aquélla. La primera dice relación con su nombre, Emilio, que es originario del griego y significa "amable". La segunda nos traslada a mi admirado J.J. Rousseau, dieciochesco autor de ese originalísimo tratado sobre educación con igual nombre, "Emilio", y en cuyo prólogo (Edaf, 1982), María del Carmen Iglesias sintetiza con gran acierto el temperamento del educando allí descrito: "Es un hombre libre e independiente de juicio, al tiempo que razonable; estará dispuesto a someterse a la necesidad de las cosas, pero no a la arbitrariedad de los hombres". No cabe un mejor resumen del actual y liberado Emilio Aragón Prián.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios