Cuando mi hermano Nicolás anunció que iría en la candidatura del PP del Puerto, como yo soy tan clásico, casi me alegré: en las familias come il faut siempre hay uno de izquierdas. «Ya no volverás a decir eso de "la derechita cobarde"», me pinchó corriendo el típico voluntario. Eso jamás lo he escrito ni lo he pensado… Más allá del adjetivo, por una cuestión sustantiva: no considero al PP de derechas, ni ellos tampoco, y yo les creo. Derechas, centros e izquierdas son términos relativos de los que se podría decir lo de Campoamor: dependen del lugar del que se miren.

Conociendo a mi hermano desde pequeñito, lo primero que pensé es que me estaba haciendo «unos huevos con guisantes». ¿Que qué es eso? En casa de mis padres había muchas reglas, pero dos para lo que hoy nos ocupa. 1) Quien cumplía años o celebraba santo, elegía el menú de ese día. 2) Todo el mundo comía de todo lo que se servía. Cuando le tocaba a Nicolás, siempre pedía huevos escalfados en guisantes, que yo odiaba. Años después me confesó que tampoco le gustaban, pero que se moría de risa viendo mi carita en la mesa.

Como va muy debajo en la lista, pensé que su presencia sería testimonial, apenas para apoyar un poco al equipo que Germán Beardo ha logrado reunir y que tiene, en efecto, personas de enorme valía personal y profesional que se merecen una mano. Pero luego he visto que él se involucraba con las dos manos. En lo moral me ha enorgullecido: hay que asumir los compromisos de uno con todas las consecuencias.

Ahora me pregunta insistentemente si voy a votar al PP, que la sangre es más espesa que el agua. Por Vox va de número tres -le recuerdo- Luis Palomino, que es pariente de mi mujer, además de un tipo extraordinario, y eso equilibra (algo) el espesor de las sangres. Nicolás es tan bueno que no hace mala sangre.

Pero, en realidad, yo, que sé cómo piensa, sé que si ha dado ese paso y se ha comprometido tanto es porque piensa que El Puerto necesita un revulsivo que sea casi una transfusión. Él es el sanitario de la familia, el que mantiene a raya mis achaques y mis hipocondrías y el que sabe de transfusiones. Le recito, pues, a mi Martínez Mesanza: «Si tuvieses al justo de enemigo,/ sería la justicia mi enemiga./ A tu lado en el campo victorioso/ y junto a ti estaré cuando el fracaso», etc. Los huevos con guisantes, además, se convirtieron en uno de mis platos preferidos: estoy en deuda con él.

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