Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

La herencia universal

Una 'herencia universal', y no necesitas ni padres, ¿cómo no se nos ocurrió antes?

Hace unos días, Le Monde publicó una entrevista a Thomas Piketty, el economista de la desigualdad por antonomasia. El francés tuvo ya un gran predicamento cuando la crisis de 2008 devastó empleo, producción y riqueza, y vuelve a cobrar foco con la inesperadísima bofetada del Covid-19. El titular es significativo: "La solución más simple para difundir la riqueza es una herencia universal". En concreto, Piketty propone que a todo joven de 25 años, en un país rico como Francia, se le otorguen 120.000 euros, cantidad que se establecería por ser el 60% del patrimonio medio de las personas del país: los números y los porcentajes lo aguantan todo con la ecuación adecuada; en este caso de extrema simplicidad, si no candidez. Cabe preguntarse, como hizo Josep Pla al llegar con su boina a Manhattan y observar atónito la exuberancia económica de la metrópolis, "y esto, ¿quién lo paga?". Pues los impuestos a los multimillonarios en función de sus propiedades, ¡cómo se nos había ocurrido antes! Parece infantil, ¿verdad? Ojalá lo fuera.

Piketty también es partidario de una renta básica, como no pocos economistas que no son de izquierdas y que no publicarían una compilación de sus artículos con un título como ¡Viva el socialismo! (T. Piketty, Deusto, 2021) y, alehop, aboga por el empleo asegurado por el Estado para todos. De un plumazo -aunque sus propuestas no sean un mero titula-, alguien descubre que la socialdemocracia y la redistribución mediante la fiscalidad progresiva eran zarandajas que no llevan a nada, y que el escalpelo hay que pincharlo en los ricos riquísimos, y darle una morterada gratis a todo cristiano -o musulmán, o ateo, o prenda lerenda-.Más allá de la inflación o de cómo se organizan esos Reyes Magos, cabe preguntarse si esa medida no haría que las grandes fortunas tomen sus medidas de defensa, descapitalizando los territorios, y también si una idea de este tipo, en su utópica praxis, no supone un rejonazo al incentivo por prosperar o por dejar herencia a los hijos, o de que darle un cheque de 120 mil cada año a los que llegan a esa edad disuade de crecer profesional o personalmente.

Pero, sobre todo, la no poco oportunista propuesta de Piketty se erige como la otra caraC-técnica y doctoral- de la polarización ideológica en política económica de calle: el auge de "la libertad" y su correlato en forma de asco por los impuestos. No sé yo a usted, pero a mí esto me huele a la tendencia acentuada a resolver (¿?) trivialmente lo complejo -complejísimo-. Eso que llaman populismo. A hacer, de los problemas, tonterías.

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