Todos adoramos al mago Méliès y a su empeño en despertar la fascinación por lo imposible entre sus semejantes. Aunque toda su contribución a la historia del cine y a la felicidad de las personas estuvo a punto de ser deglutida por el tiempo, su labor terminó siendo reconocida de manera pública y oficial. No fue así en el caso de su colega femenina, Alice Guy-Blaché, que ha necesitado ser rescatada del olvido: los absolutos bailan en estos casos, pero parece que la primera película narrativa de la historia, El hada de las coles, fue suya. Guy-Blaché asistió, junto con Méliès, a la primera proyección de los Lumière: como su colega y a diferencia de los hermanos, fue capaz de ver el potencial artístico del invento. Guy-Blaché terminaría marchando a Hollywood, donde montó su propio estudio y realizó, al menos, 600 películas. Su relación con el cine terminó con el divorcio de su marido y socio. Y, después, el siglo se la tragó.