La gubia de la Esperanza

Se ha quedado guardada hasta que vuelva ser un Miércoles Santo de verdad, con la Esperanza en las calles

El 12 de mayo de 2005 fue bendecida, en la iglesia gaditana de Santo Domingo, la nueva imagen de la Virgen de la Esperanza. Se cumplía así el sueño de la Hermandad de las Cigarreras, cuyo hermano mayor de entonces, Julio Oliva, había conseguido que Altadis, manteniendo la histórica vinculación de la Tabacalera con la hermandad, contribuyera a la donación de esta imagen. Se la habían encargado a Luis Álvarez Duarte, que la había realizado durante los meses anteriores en su taller de la localidad sevillana de Gines. Algunos miembros de la actual Junta de Gobierno de las Cigarreras, que acudían a verla antes de que estuviera terminada, aún recuerdan aquellos días.

Para Álvarez Duarte, fallecido el pasado 13 de septiembre, fue una obra especial. A esa Virgen le puso unos ojos verdes, que evocaban el mar de Cádiz (esos mares de menta amarga, a los que se refirió Rafael Alberti); pero que eran también del mismo color que los de Guadalupe, su única hija. En aquel tiempo, era una niña que correteaba por el taller, entre virutas de la madera, y que veía sus ojos reflejados en el espejo de la Esperanza. Ojos verdes, como los del mar que se intuye en el muelle desde Santo Domingo.

A esa Virgen de la Esperanza, le aportó Luis Álvarez Duarte una policromía finísima, con la que quiso evocar el estilo de la escuela genovesa. También el estilo de la escuela sevillana, que era la suya, para unificar las dos formas de entender el arte en la escultura religiosa de Cádiz.

Tras fallecer Álvarez Duarte, el actual hermano mayor de las Cigarreras, Juan Rey, me llamó para rendirle un homenaje. Hoy, Miércoles Santo, a los pies de la Esperanza, en el paso de palio, se iba a depositar una gubia del imaginero. ¿Era la misma con la que talló a la Virgen de la Esperanza? No se sabe con certeza, pero es probable que sí. Yo la estuve buscando con su viuda, Encarnación Ortega, en el taller de Gines. Encontramos una que era de aquel tiempo, posiblemente la gubia de la Esperanza.

Se ha quedado guardada, hasta que vuelva a ser un Miércoles Santo de verdad, con la Esperanza de las Cigarreras en las calles. Este año no ha podido ser, por culpa del coronavirus. Pero llegará otra tarde, más hermosa, en la que la gubia del imaginero será el testigo de su amor a la Esperanza. En las calles de Cádiz, florecerá el recuerdo de un prodigio. La gubia convirtió la madera en el rostro de una Virgen, que sería para siempre la Madre de las Cigarreras. En el paso de palio, brillarán más sus ojos verdes, en los que el mar de Cádiz se mece entre lágrimas.

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