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Rafael Sánchez / Saus

Un gran paso adelante

El editorial de este periódico del pasado jueves, El ejemplo del Oratorio, recogía muy ajustadamente el ambiente de satisfacción un tanto contenida que se palpaba durante la firma del convenio entre el Obispado de Cádiz y el Consorcio del Bicentenario. Y extraía, a modo de oportuna moraleja, la enseñanza para el inmediato futuro del necesario entendimiento entre instituciones si de verdad se quiere que el Bicentenario materialice la gran oportunidad que Cádiz reclama desde hace tanto tiempo. Un entendimiento que en este caso no ha sido fácil ni rápido, más bien de compleja urdimbre y logrado casi en el límite que las urgentes obras de restauración imponen para llegar al tren del 2012. Es patente que ninguno de los protagonistas ha alcanzado la plenitud de sus objetivos iniciales respecto del Oratorio: ni la Iglesia consigue las compensaciones inicialmente aventuradas por la cesión, ni la Junta de Andalucía obtiene la propiedad y el monopolio del templo. A algunos les puede parecer excesivo el plazo estipulado de treinta años de cesión, y hasta temen su irreversibilidad de hecho, pero lo cierto es que el Oratorio no será desacralizado y los ritos católicos se harán compatibles con los usos institucionales y culturales que un edificio así debe albergar al margen de efemérides ocasionales. Algo común a muchos templos en todas partes y que recuerda, por un curioso capricho histórico, el ambiente de las propias Cortes, cuyas sesiones eran precedidas diariamente por una misa que se celebraba en el mismo recinto.

En un acuerdo de esa complejidad, logrado en circunstancias políticas difíciles y bajo la presión de la cercanía del 2012, no sólo se producen renuncias a objetivos prefijados, también se dejan flecos que pueden interpretarse como oportunidades perdidas, o al menos aplazadas. El editorial del Diario lamenta que por diversos motivos, no imputables a los firmantes, ni el colegio de San Felipe ni el Museo de las Cortes hayan podido incorporarse al proyecto inicial acariciado por la Junta, pero, desde otro ángulo, se echa de menos el complemento de un convenio marco entre la Iglesia de Cádiz y el Consorcio del Bicentenario que garantice la participación de la primera en el lugar que le corresponde por las aportaciones que está en condiciones de hacer en razón de su historia, patrimonio artístico y representatividad. Creo que, junto con las muy buenas, excelentes noticias de las restauraciones del Hospital de Mujeres y del Seminario de San Bartolomé, el primero con su gran archivo, este con su extraordinaria y casi desconocida biblioteca, ese convenio marco que tan poco hubiera costado incluir en el paquete redondearía un entendimiento del que sólo pueden esperarse beneficios para Cádiz. Aún hay tiempo y no faltarán ocasiones para ello. Gana Cádiz y ganará aún más si este espíritu prevalece.

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