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LÍNEA DE FONDO

Pedro / Ingelmo / Pingelmo@grupojoly.com

Aquel gol glorioso

Recuerdo de un minuto infantil único, el del gol soñado, el de la jugada perfecta, el momento que siempre regresa

TODAVÍA hay noches que sueño con ese gol glorioso, con esa jugada mágica. Sacó nuestro portero, que hoy trabaja como espía de planta de sus compañeros en una industria de Salamanca, y se la cedió a nuestro central, que lleva un año parado escuchando el diálogo entre el alcohol y su hígado. Fue nuestro central, siempre tan sonriente, siempre feliz, el que vio el hueco entre las piernas de los centrocampistas y coló la pelota a nuestro ocho, que hoy está muerto porque unos años después se enganchó con una aguja, y fue nuestro ocho el que me vio lanzar el desmarque por la banda entregando un pase en profundidad que aniquiló a ese chaval tan atildado que iba para ingeniero y que acabó de dependiente de la tienda de su padre cuando a éste le fulminó un infarto. Con el primer toque orientado hice un recorte a ese imbécil que iba de intratable con las chicas y que creo que sigue en la sastrería haciendo reverencias a los clientes y, para mi sorpresa, tuve el ojo de pasarle la pelota entre las piernas al chico tímido que se quedó en la Universidad de profesor de departamento y que fue sorprendido como miembro de una red pedófila. Y lo vi. Vi a mi amigo del alma levantándome lamano en el centro del área y con un toque suave, con una caricia como nunca he acariciado, el balón salió de mi bota muy muy despacio, girando sobre sí mismo, y mi amigo de siempre, el que una vez me dijo que no quería seguir viviendo y hoy sigue viviendo a la expectativa de que la vida le sorprenda más allá de los disgustos habituales, se elevó majestuoso sobre el defensa contrario, que una vez se fue a Venezuela y nunca más se supo de él, para girar con eleganciala cabeza y colocar el balón en la cepa del palo izquierdo, donde no podía llegar el portero, que sufrió durante años los malos tratos de su novio hasta que dijo basta y encontró, al fin, al hombre que le haría feliz. Ella nos miraba desde la grada y saltaba y daba grititos mientras mi amigo y yo nos abrazábamos. Ella nos dio la gloria. No sé nada de ella. Se perdió en el tiempo.

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